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INTRODUCCIÓN| cas hacia publicaciones privadas. Paradójicamente, los Estados, a través de sus instituciones educativas y de investigación, deben pagar para acceder a ese conocimiento y resulta cada vez más costoso adherirse a la suscripción de revistas científicas de calidad. En este contexto, la Secretaría de Articulación Científico y Tecnológica del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva del país, invierte anualmente cerca de 13 millones de dólares en suscripciones a publicaciones científicas.”[5] Las mezquindades de la carrera académica y la validación científica han impuesto exigencias de publicaciones de artículos, papers y libros donde lo que cuenta no es el saber efectivo sino la cantidad de libros publicados en editoriales de prestigio. Estas publicaciones se traducen en una situación también corriente por desgracia, la de generar mercados cautivos donde el docente no permite la reprografía de sus libros por tener contratos editoriales con los cuales necesita cumplir. La función, misión y objetivos de la universidad han ido modificándose a lo largo de los siglos. Pero más allá de las diferencias históricas, sociales y políticas, la universidad se ha caracterizado siempre por ser un lugar donde circula el saber, el conocimiento, y la manifestación que esto encuentra es a través de y en los textos. Los textos son a la universidad lo que los cimientos a un edificio; una parte constitutiva de sí misma. En la actualidad, las Bases del Estatuto Universitario de la Universidad de Buenos Aires[6] , artículos I y II, dejan sentado que es responsabilidad y fin de la Universidad “la promoción, la difusión y la preservación de la cultura”, y que la universidad “difunde las ideas, las conquistas de la ciencia y las realizaciones artísticas por la enseñanza y los diversos medios de comunicación de los conocimientos”. En este sentido, la práctica de compartir, copiar y comentar sobre los textos no es ninguna novedad al interior de las comunidades académicas. La actividad de los copistas fue fundamental para conservar los acervos culturales e históricos de las universidades medievales; pero no sólo sirvieron para preservar los textos del paso del tiempo, sino además para preservarlos, en muchos casos, de la censura eclesiástica o de los avatares del poder. Un caso paradigmático de esto es el surgimiento de la literatura eslava. Cuando los magiares invaden Moravia, en el siglo IX, los estudiantes de Constantino-Cirilo y Metodio, fundadores de la primera tradición escrita eslava, se llevaron consigo, en dirección a Bulgaria, los primeros textos de los libros litúrgicos traducidos al eslavo. Como comenta Ricardo Picchio en “La literatura rusa antigua”[7]: “Los libros que ellos copiaron y difundieron y que por su impulso fueron incluso traducidos al eslavo, constituyeron el núcleo de una literatura nueva y, sobre todo, el símbolo de un nuevo movimiento”. Una comunidad académica no tendría sentido si no fuera por los textos, puesto que es su forma primaria de vida. Como decía Daniel Link, asociado a cargo de la cátedra de Siglo XX de la carrera de Letras de la Facultad de Filosofía y Letras, en una charla convocada por el Proyecto BiblioFyL el 19 de mayo de 2010: “El derecho que nosotros defendemos de la distribución de materiales digitales, tiene que ver con sostener el deseo del libro, es decir, que la gente pueda comprar el libro que quiera, no el libro que le mandan a comprar 69
70 | ARGENTINA COPYLEFT porque el profesor es amigo de alguien. No es un principio que hay que sostener en términos abstractos o porque se trate del bien absoluto, sino porque es un principio que sostiene una forma de vida, la vida comunitaria. Esos nodos, esas reverberaciones electromagnéticas en algún sentido forman parte de mi vida intelectual, de mi práctica pedagógica, y por lo tanto esos regalos desinteresados que uno recibe, que se transmiten a otro, lo que hacen es precisamente extender esa posibilidad de discusión que de otro modo sería mucho más difícil entablar. Tiene que ver con una suerte de existencia reticular, donde mi práctica pedagógica depende de otras instancias, y donde por lo tanto lo que yo puedo sostener discursivamente en algún sentido permanece articulado con otros nodos de sustentación del mismo discurso, es decir, donde ciertamente no hay manera de sostener una forma de vida sino en relación con el otro. Ese es un tema ético muy importante que uno podría intentar sostener”. Ni estudiantes ni docentes (autores) se encuentran enfrentados, al contrario de lo que publicitan actualmente las empresas editoriales y las sociedades gestoras de derechos sobre esta supuesta pelea entre “autores” y “piratas”. Es necesario que la comunidad académica en su conjunto recupere una de sus actividades más sanas, la de compartir, comentar y copiar los textos. El modelo actual de copyright nos genera un problema para esta práctica habitual y corriente. Del mismo modo que Richard Stallman en la década del ochenta inventó el concepto de GNU para defender una práctica que había sido habitual en el campo del software hasta la aparición del software privativo, existen hoy por hoy alternativas al copyright para la publicación de textos que no criminalizan a quienes se encargan de poner en circulación, difundir y compartir este material digitalizado. Estas alternativas son, en concreto, el copyleft y las licencias como Creative Commons, pero también las políticas públicas universitarias relacionadas con el Open Access. Además, ofrecen una solución para una realidad más adecuada a los ajustes presupuestarios constantes a los que se somete a la educación universitaria. Los modelos alternativos, sin embargo, no solucionan de ningún modo los problemas más urgentes de los estudiantes y docentes, puesto que sigue habiendo muchos autores de lectura indispensable, que ya están muertos pero que su obra todavía está muy lejos de ingresar al enorme acervo del dominio público (según la ley argentina, 70 años después de la muerte del autor). Esto demuestra, por un lado, la necesidad de que, como decía Daniel Link, la comunidad académica proteja las prácticas comunitarias de los estudiantes de los esbirros del copyright. Pero también muestra a todas luces que es necesaria una reforma en la Ley de Propiedad Intelectual argentina, que no contempla, por ejemplo, las excepciones educativas a los derechos de autor. En este sentido, Proyecto BiblioFyL sostiene tres aspectos que considera fundamentales como reivindicaciones en el acceso a los materiales culturales y educativos: 1. La recuperación del espíritu colaborativo del conocimiento científico, indispensable para garantizar el acceso no restrictivo a los materiales educativos. Esto implica, por parte de los estudiantes, la posibilidad de compartir, distribuir, difundir, regalar y prestar los textos que necesitan, prácticas algunas penadas por la ley actual; por parte de docentes, implica un compromiso activo con modelos
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Esos nodos, esas reverberaciones electromagnéticas en algún sentido<br />
forman parte de mi vida intelectual, de mi práctica pedagógica, y por lo<br />
tanto esos regalos desinteresados que uno recibe, que se transmiten a<br />
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en algún sentido permanece articulado con otros nodos de sustentación<br />
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Ni estudiantes ni docentes (autores) se encuentran enfrentados, al<br />
contrario de lo que publicitan actualmente las empresas editoriales y las<br />
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recupere una de sus actividades más sanas, la de compartir, comentar<br />
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para esta práctica habitual y corriente. Del mismo modo que Richard<br />
Stallman en la década del ochenta inventó el concepto de GNU<br />
para defender una práctica que había sido habitual en el campo del software<br />
hasta la aparición del software privativo, existen hoy por hoy alternativas<br />
al copyright para la publicación de textos que no criminalizan<br />
a quienes se encargan de poner en circulación, difundir y compartir este<br />
material digitalizado. Estas alternativas son, en concreto, el copyleft y<br />
las licencias como Creative Commons, pero también las políticas públicas<br />
universitarias relacionadas con el Open Access. Además, ofrecen una<br />
solución para una realidad más adecuada a los ajustes presupuestarios<br />
constantes a los que se somete a la educación universitaria.<br />
Los modelos alternativos, sin embargo, no solucionan de ningún<br />
modo los problemas más urgentes de los estudiantes y docentes, puesto<br />
que sigue habiendo muchos autores de lectura indispensable, que ya<br />
están muertos pero que su obra todavía está muy lejos de ingresar al<br />
enorme acervo del dominio público (según la ley argentina, 70 años después<br />
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de que, como decía Daniel Link, la comunidad académica proteja las<br />
prácticas comunitarias de los estudiantes de los esbirros del copyright.<br />
Pero también muestra a todas luces que es necesaria una reforma en la<br />
Ley de Propiedad Intelectual argentina, que no contempla, por ejemplo,<br />
las excepciones educativas a los derechos de autor.<br />
En este sentido, Proyecto BiblioFyL sostiene tres aspectos que considera<br />
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1. La recuperación del espíritu colaborativo del conocimiento científico,<br />
indispensable para garantizar el acceso no restrictivo a los materiales<br />
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textos que necesitan, prácticas algunas penadas por la ley actual;<br />
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