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20.03.2013 Views

Los esbirros del copyright contra la comunidad académica El caso BiblioFyL Alejandro Mizzoni, Daniel Cantarín y Evelin Heidel* Un cambio tecnológico afectó radicalmente los modos en los que se puede abstraer y distribuir la información. “Información” pasó a ser un concepto con el doble potencial de asimilar una enorme parte del material cultural a nivel general y de distribuirlo con facilidad y eficiencia. Con Internet, en un lapso de tiempo menor a los diez años surgieron comunidades masivas de intercambio de información que eventualmente se convirtieron en espacios de hecho para muchas actividades vinculadas con el quehacer cultural; desde consultas técnicas sobre cualquier disciplina, hasta enciclopedias completas y autónomas, pasando por espacios artísticos y académicos de toda naturaleza. En muy poco tiempo se extendieron los modelos de sistemas comunitarios y participativos hacia la integración de cualquier tipo de información, cualquier tipo de intercambio de conocimiento y cultura posibles. Y de repente, en un solo lugar y muy fácilmente, uno pudo no sólo acceder a cantidades de información inconcebibles apenas años atrás, sino a información indiscriminada por parámetros como el país de origen, el contexto ideológico del autor o el lector, la religión, el sexo, la edad, o la identidad. Este cambio tan radical como repentino trajo una serie de problemas cuya discusión apenas comienza. La discusión en torno al copyright es tan sólo una de sus manifestaciones. En cualquier caso, la cuestión es que evidentemente no se trata de un problema de escasos materiales, ni de altos costos, ni tampoco de baja productividad: la crisis actual del modelo no está en la escasez, sino en los efectos de la masividad de las “nuevas tecnologías”. En el año 2009, las conexiones a banda ancha en Argentina llegaron a los 3,5 millones, es decir, un crecimiento del 27% con respecto al año anterior[1]. La experiencia de BiblioFyL[2] es tan sólo una más entre las tantas acciones colectivas en pos de la libre circulación de conoci-

68 | ARGENTINA COPYLEFT miento. Como en tantos otros casos, en BiblioFyL el trabajo colaborativo aprovechó las posibilidades del espacio y tecnologías disponibles para satisfacer necesidades concretas: en este caso, la de acceder a los materiales de estudio requeridos para la formación universitaria. Actualmente los estudiantes utilizan casi exclusivamente fragmentos fotocopiados, usualmente en muy baja calidad. Las bibliotecas no cuentan con todos los textos necesarios, los textos con los que cuenta se deterioran con el uso, y los precios de los libros (que van desde los $40 hasta los $300) son inaccesibles en los términos de la economía de un estudiante de Filosofía y Letras. Ante la ausencia de respuestas institucionales y las limitaciones económicas impuestas por el mercado editorial, en el año 2007 estudiantes de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires comenzaron a digitalizar e intercambiar sus textos –bibliografía obligatoria de las materias de la facultad– a través de Internet. En un primer momento la circulación de material se realizaba a través de la sección “Archivos” de un foro de estudiantes de la facultad. Por entonces, el intercambio se daba en tasas muy bajas y de modo desorganizado. Pero el crecimiento de la participación de estudiantes en el foro llevó a la necesidad de adaptación en las estructuras que lo sostenían. Es así que en el año 2008, el foro pasó a mantener un espacio autónomo (dejando el servicio gratuito sobre el que fuera construido originalmente); y de la mano de la publicidad que comenzó a circular por los pasillos de la facultad, la participación creció exponencialmente. En particular, “Archivos” comenzó a manejar un volumen de textos tal que la plataforma del foro resultó obsoleta para administrar ese material. Problemas de categorizaciones y metadatos, sobre trabajo tanto para ordenar como para buscar textos, y la constante redundancia de los mismos textos, llevaron a pensar que muchas de esas tareas podían automatizarse. De modo que para finales del año 2008 los estudiantes abrieron el nuevo espacio de BiblioFyL: una biblioteca digital gratuita que en sus inicios ofrecía ya 5.000 textos y archivos de audio de las nueve carreras que se estudian en la Facultad de Filosofía y Letras. Sin embargo, en septiembre del 2009 esa tarea autogestiva de los estudiantes de la facultad se quedó trunca por una carta legal. ElServer.com, el servicio de hospedaje donde se alojaba BiblioFyL, recibió una carta documento exigiendo el cese de actividades, dado que la biblioteca atentaba contra la Ley de Propiedad Intelectual (11.723)[3], y además, en términos tan cómicos como trágicos, contra la Ley de Fomento del Libro y la Lectura (25.446)[4]. Ante esta acción, los estudiantes a cargo de mantener el foro lo dieron de baja. BiblioFyL volvió a la vida sólo después de algunos meses, en febrero del 2010, sin ninguna relación con el Foro de los estudiantes que sigue funcionando en la facultad. Al día de hoy, la iniciativa cuenta con 8000 volúmenes de estudio, entre libros difíciles de conseguir, agotados o de costos prohibitivos. La biblioteca cuenta también con una enorme cantidad de materiales en dominio público, base imprescindible para estudiar Filosofía y Letras. En Argentina, según el Instituto Nacional de Tecnología Industrial, “el 60% de la publicación de trabajos científicos de todo el mundo es monopolizado por 3 editoriales de prestigio. En el modelo tradicional, existe una transferencia del conocimiento que se genera en instituciones públi-

Los esbirros del<br />

copyright contra la<br />

comunidad académica<br />

El caso BiblioFyL<br />

Alejandro Mizzoni, Daniel Cantarín y<br />

Evelin Heidel*<br />

Un cambio tecnológico afectó radicalmente los modos en los<br />

que se puede abstraer y distribuir la información. “Información”<br />

pasó a ser un concepto con el doble potencial de asimilar una<br />

enorme parte del material cultural a nivel general y de distribuirlo<br />

con facilidad y eficiencia. Con Internet, en un lapso de tiempo<br />

menor a los diez años surgieron comunidades masivas de intercambio<br />

de información que eventualmente se convirtieron en espacios<br />

de hecho para muchas actividades vinculadas con el<br />

quehacer cultural; desde consultas técnicas sobre cualquier disciplina,<br />

hasta enciclopedias completas y autónomas, pasando por<br />

espacios artísticos y académicos de toda naturaleza. En muy poco<br />

tiempo se extendieron los modelos de sistemas comunitarios y<br />

participativos hacia la integración de cualquier tipo de información,<br />

cualquier tipo de intercambio de conocimiento y cultura posibles.<br />

Y de repente, en un solo lugar y muy fácilmente, uno pudo<br />

no sólo acceder a cantidades de información inconcebibles apenas<br />

años atrás, sino a información indiscriminada por parámetros<br />

como el país de origen, el contexto ideológico del autor o el<br />

lector, la religión, el sexo, la edad, o la identidad. Este cambio tan<br />

radical como repentino trajo una serie de problemas cuya discusión<br />

apenas comienza. La discusión en torno al copyright es tan<br />

sólo una de sus manifestaciones. En cualquier caso, la cuestión es<br />

que evidentemente no se trata de un problema de escasos materiales,<br />

ni de altos costos, ni tampoco de baja productividad: la crisis<br />

actual del modelo no está en la escasez, sino en los efectos de<br />

la masividad de las “nuevas tecnologías”. En el año 2009, las conexiones<br />

a banda ancha en Argentina llegaron a los 3,5 millones,<br />

es decir, un crecimiento del 27% con respecto al año anterior[1].<br />

La experiencia de BiblioFyL[2] es tan sólo una más entre las<br />

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