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| ARGENTINA COPYLEFT<br />
Sin embargo, esta red de redes a la que las personas acceden a<br />
través de un proveedor privado, tiene una serie de características o limitaciones<br />
que dificultan el verdadero potencial de una red distribuida<br />
global. La primera limitación está contenida en lo mencionado anteriormente:<br />
cada uno de nosotros es un extremo de la red. Es decir, que la<br />
red termina en nuestra casa. No es parte de la idea que funcionemos como<br />
un salto más, un punto de acceso o un nodo a partir del cual la red<br />
pueda extenderse. Se espera que seamos un extremo, un cliente, con un<br />
rol casi exclusivo de consumidor. Inclusive cuando se utilizan técnicas<br />
de “nateo”[4], la red interna que armamos a partir de nuestro extremo<br />
posibilitará a sus miembros acceder a recursos de Internet de manera<br />
casi transparente, pero exponer servicios propios para compartirlos<br />
será mucho más dificultoso. Para Internet, es decir para todos los demás<br />
que estén conectados, toda nuestra red “nateada” se verá como un solo<br />
equipo, identificado por una única IP, lo que imposibilita (o más bien dificulta<br />
mucho), que las computadoras que participan de esa red interna<br />
sean verdaderos pares en un servicio p2p.<br />
Otra limitación fundamental es la asimetría del ancho de banda<br />
que los ISP (Proveedores de Servicios de Internet) otorgan a sus clientes.<br />
La consideración de diseño en esto, nuevamente, es que el cliente debe<br />
ser fundamentalmente un consumidor. De allí que los servicios más comunes<br />
cuenten con 1 ó 2Mbit/s de velocidad de “bajada”, pero tan sólo<br />
256Kbit de subida, y, aunque varíen estos números, la relación entre<br />
ambos siempre sigue siendo aproximadamente de 10 a 1.<br />
Estas características de Internet como servicio, determinan que<br />
cuando queremos tener un sitio web o un blog propio, una cuenta de correo<br />
electrónico o de chat, un espacio donde poner en línea nuestras fotos<br />
o cualquier otro servicio o información que quisiéramos compartir<br />
en la red, terminamos utilizando servicios que contratamos o por los<br />
que no pagamos directamente pero que sí lucran con nuestros contactos<br />
y contenidos, que están alojados físicamente en computadoras a las que<br />
no tenemos acceso, en datacenters privados, con conexiones de red<br />
simétricas, más o menos directas al “backbone” de Internet.<br />
Todo este esquema de red en donde proveedores privados administran<br />
una falsa escasez de recursos (ancho de banda, IP's públicas) no es<br />
más que otra manifestación de las tendencias naturales del sistema en<br />
que vivimos: la concentración, la acumulación y el control.<br />
En este panorama, las redes libres son ejemplos vivientes de otro<br />
modo posible de concebir una red de redes. Donde cada extremo es un<br />
potencial nodo multiplicador, donde cada equipo puede tener una IP fija<br />
que lo identifique y le permita exponerse transparentemente, donde el<br />
ancho de banda sea siempre simétrico. En redes de estas características,<br />
los miembros son verdaderos pares y la posibilidad de prestar servicios<br />
desde los recursos físicos propios o comunitarios es una realidad.<br />
Con más de 10 años de vida, las redes libres son un fenómeno socialmente<br />
positivo que los gobiernos deberían reconocer y facilitar. Generar<br />
un marco legal que promueva el crecimiento de estas redes,<br />
apoyar su interconexión con los puntos de acceso nacionales[5] y la<br />
asignación de rangos de IP públicas propias (Ipv4 o Ipv6), serían todas<br />
medidas razonables en dirección a reducir la brecha digital y democratizar<br />
el acceso a la información y a las comunicaciones.