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Descargar - Biblioteca Virtual Universal

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Gloria y estrechándolas con cariño-. Yo lo sufro con paciencia, y además,<br />

hija de mi alma, reconozco que tienen razón.<br />

Al oír esto Gloria hizo un movimiento... Sus labios se desplegaron<br />

incitados por la palabra que quería salir... pero no dijo nada, y volvió a<br />

inclinar la cabeza.<br />

-Sí -añadió Serafinita-, sí, tienen razón. El cariño que te tengo no me<br />

ciega, -69- hija, y veo con claridad tu tristísimo estado y disculpo a<br />

las personas que apartan de tu presencia a las tiernas niñas... Si<br />

hicieras lo que yo te ruego a todas horas... Si siguieras mis indicaciones<br />

que son las de una madre desinteresada, y se ajustan al criterio de tu<br />

padre y a la voluntad de tu santo tío, entonces, querida Gloria, ¡cuán<br />

distinta sería tu situación ante Dios y ante los hombres! Las<br />

circunstancias terribles de tu caída exigen que renuncies a todo, que<br />

mueras para el mundo, para la sociedad, para todo, absolutamente para<br />

todo, que sólo vivas para Dios. Gloria, amada hija mía -añadió alzando la<br />

voz con acento que tenía mucho de terrible-, muere, muere para el mundo si<br />

quieres salvar el alma.<br />

-¡Muerta estoy! -murmuró Gloria con un gemido.<br />

-No, porque esperas aún en cosas de la tierra.<br />

-No espero nada -repuso la huérfana-. Acepto la expiación horrible que me<br />

ha sido impuesta y la acepto sin ira, con humildad. Perdono las injurias;<br />

no siento ni aborrecimiento ni antipatía por los que han hecho de mi<br />

nombre la palabra del escándalo; no diré una sola voz por defenderme,<br />

porque sé que todo lo merezco, que mis culpas son grandes; -70- bebo<br />

hasta lo más hondo, hasta lo más repugnante de este cáliz amargo, y<br />

ofrezco a Dios mi corazón llagado que chorrea sangre y que jamás en lo que<br />

le resta de vida dará un latido que no sea un dolor.<br />

-Padeces, sí, padeces -dijo la tía con amor-; pero no lo bastante. Hay en<br />

tu mismo martirio y en esa expiación de que hablas una independencia, una<br />

rebeldía, que ya es un nuevo pecado.<br />

-¿Qué debo hacer para no ser rebelde? Estoy dispuesta a todo -dijo Gloria<br />

arrojando fuera hasta el último átomo, si así puede decirse, de libre<br />

albedrío.<br />

-Reconciliarte completamente con Dios.<br />

-¿No lo estoy ya?<br />

-Creer todo lo que manda la Santa Madre Iglesia.<br />

-Bien. Lo creo.<br />

-Y después... después entrar en un convento.<br />

Al oír esto, Gloria alzó la cabeza. Creeríase que en su alma estallaba<br />

repentina sublevación de sentimientos poderosos que no podía dominar. Sin<br />

duda iba a decir algo enérgico y categórico, porque sus negros ojos<br />

brillaron y sus labios palidecieron; pero la voluntad, más firme cuanto<br />

más combatida, cayó como la losa -71- de un sepulcro sobre aquello que<br />

con audacia se levantaba, y bien pronto todo su espíritu fue paciencia.<br />

-Si un convento -dijo sordamente-, es un sepulcro donde se entra viviendo,<br />

yo quiero vivir para todo lo que no sea Dios y mi remordimiento, quiero<br />

vivir en la soledad más negra y más completa que pueda imaginarse, quiero<br />

que mi nombre no exista más en la memoria de nadie, sino es en la de<br />

aquellos que lo pronuncien para ultrajarme, y que mi persona en el mundo<br />

sea como una figura trazada en el agua.

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