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Dios nos Cuida (1991) - Ellen G. White Writings

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Amor incomparable, 16 de septiembre<br />

La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como<br />

<strong>nos</strong>otros somos uno. Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en<br />

unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has<br />

amado a ellos como también a mí me has amado. Juan 17:22-23.<br />

¡Oh, qué amor, qué amor incomparable! Los caídos seres huma<strong>nos</strong> pueden<br />

llegar a estar tan íntimamente unidos con Cristo que sean glorificados con él.<br />

Han seguido sus pisadas en esta tierra, trabajando como él por las almas por<br />

las cuales murió, y cuando venga a buscar a los suyos entrarán en su gozo, y<br />

se sentarán junto a su mesa en su reino. “Donde yo estuviere—dice él—, allí<br />

también estará mi servidor”. Juan 12:26...<br />

¡Qué maravilloso pensamiento es que <strong>nos</strong>otros, pobres y caídos pecadores,<br />

podemos llegar a ser uno con Cristo, participantes de su naturaleza divina,<br />

refinados, purificados y glorificados! Podemos vencer y sentar<strong>nos</strong> con Cristo.<br />

Seremos hechos a su imagen. Nos ama, y <strong>nos</strong> ayudará. Debemos ser pasivos en<br />

sus ma<strong>nos</strong>.<br />

Tenemos su promesa. Disponemos de los títulos de propiedad en el reino<br />

de gloria. Jamás fueron redactados títulos de propiedad tan estrictamente de<br />

acuerdo con la ley, o más cuidadosamente firmados, que los que le dan derecho al<br />

pueblo de <strong>Dios</strong> a las mansiones celestiales. “No se turbe vuestro corazón—dice<br />

Cristo—; creéis en <strong>Dios</strong>, creed también en mí. En la casa de mi Padre muchas<br />

moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar<br />

para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a<br />

mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis”. Juan 14:1-3...<br />

Todos los que quieren pueden acogerse a las promesas del pacto. Enorme es<br />

el precio que se pagó por nuestra redención: la sangre del unigénito Hijo de <strong>Dios</strong>.<br />

Cristo fue puesto a prueba mediante aguda aflicción. Su naturaleza humana fue<br />

probada al máximo. Cargó con la pena de muerte que merecía la transgresión<br />

del hombre. Se convirtió en la garantía y el sustituto del pecador. Es capaz de<br />

mostrar el fruto de sus sufrimientos y su muerte mediante su resurrección de<br />

entre los muertos. Desde el sepulcro abierto de José resuena esta proclama: “Yo<br />

soy la resurrección y la vida. Los que creen en mí, y hacen las obras de justicia<br />

que yo hago, son justificados, santificados, emblanquecidos y probados. Han<br />

obtenido piedad y vida eterna”. * [269]<br />

* Año bíblico: Oseas 1-4.<br />

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