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Para conocer las sectas

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— Hay sectarismo cuando un grupo determinado<br />

dentro de la Iglesia se considera «el camino», atribuyéndose<br />

todos los valores del evangelio, absolutizando<br />

los propios métodos y menospreciando <strong>las</strong><br />

demás espiritualidades como formas inadecuadas<br />

para construir verdaderos y auténticos cristianos.<br />

— Hay sectarismo cuando en un grupo se exalta<br />

de tal manera la figura del dirigente o de la persona<br />

investida de autoridad suprema —sea el catequista,<br />

el presbítero, el obispo, el papa-, que lógicamente<br />

se pide y exige la sumisión total, la obediencia ciega<br />

y la dejación de los propios criterios. Cuando el<br />

subdito en cada intervención pública, en cualquier<br />

discurso emplea el argumento de «autoridad» citando<br />

una y mil veces al líder como prueba irrefutable<br />

de obediencia y reiterada sumisión. En realidad,<br />

ello es signo evidente de servilismo sectario.<br />

— Hay sectarismo cuando un grupo determinado<br />

es de tal manera celoso de su propia autonomía que<br />

el amor lógico a la propia institución se envuelve en<br />

misterioso secreto; cuando difícilmente se puede<br />

saber a ciencia cierta quiénes son sus miembros,<br />

cuáles sus leyes y constituciones, la naturaleza de<br />

sus métodos, pasos y proceso de integración; cuando<br />

no hay acceso directo al líder —arropado, siempre,<br />

en un hálito cuasi divino e inaccesible—, y cuando<br />

sus actuaciones, economía, literatura interna no<br />

tienen transparencia porque pertenecen al mundo<br />

exclusivo de los «iniciados».<br />

— Hay sectarismo cuando la autoridad eclesial<br />

se ha convertido en autoritarismo apagando por<br />

métodos expeditivos y sin diálogo cualquier intento<br />

de expresión discordante, toda corriente de opinión,<br />

cualquier tipo de crítica interna, así como el<br />

intento de diálogo esclarecedor para defenderse de<br />

acusaciones veladas o expresas.<br />

— Hay sectarismo cuando ciertos temas teológicos<br />

—sean de moral o de dogma— se dictaminan<br />

como intocables; cuando el planteamiento mismo<br />

de cuestiones que están en la boca de todos: el<br />

sacerdocio de la mujer, la reformulación del tema<br />

de la «infalibilidad papal», el centralismo creciente<br />

de la curia romana en detrimento de <strong>las</strong> Iglesias<br />

locales, el celibato de los sacerdotes... son considerados<br />

como desobediencia a la Iglesia, y sus protagonistas<br />

invitados a «guardar silencio» o a permanecer<br />

en el ostracismo.<br />

- Hay sectarismo cuando algún movimiento, sin<br />

romper con la Iglesia, en realidad ya no guarda<br />

comunión efectiva con la misma a través del diálogo,<br />

de la cooperación diocesana o interdiocesana, y<br />

se recluye en «sus asuntos», en «su parcela», sin<br />

referencias a los demás.<br />

— «Procede con estilo sectario la institución o<br />

colectivo que acoge, mima, se desvive por un posible<br />

candidato; pero cuando se han desvanecido <strong>las</strong><br />

esperanzas de integrarle en la institución, o lo<br />

abandona si estaba ya integrado en ella, se desentiende<br />

de él, lo margina o toma represalias por<br />

sus testimonios contrarios a la institución» 3 .<br />

Nadie podría negar que estas actitudes están<br />

presentes, más o menos, en todas <strong>las</strong> Iglesias, incluida<br />

la católica. Y que están muy lejos del espíritu<br />

del evangelio, que juzga a la Iglesia y le invita al<br />

arrepentimiento, a la conversión, al cambio de actitud.<br />

Por eso, desde la Iglesia difícilmente se podrá<br />

acusar a los «otros» de sectarismo sin hacer al mismo<br />

tiempo un acto de humilde confesión. Las actitudes<br />

sectarias de algunos grupos y NMR recordarán<br />

también a ella el peligro del sectarismo.<br />

3. Necesidad de poner en orden<br />

la «propia casa»<br />

La Iglesia, a pesar de todo, vive por la palabra de<br />

Dios. Cristo la vivifica por su gracia, y el Espíritu la<br />

dirige con sus dones. Ella tiene una promesa de que<br />

no será abandonada a su suerte. La asistencia del<br />

Espíritu no es una palabra vacía. Los creyentes<br />

todos —fieles y pastores- han experimentado en sus<br />

vidas esa dirección y han podido dar testimonio<br />

—como María— de <strong>las</strong> maravil<strong>las</strong> que el Señor hizo<br />

con ellos.<br />

«Iglesia santa y pecadora» 4 , llamada constantemente<br />

al testimonio y a la conversión. Sólo así es la<br />

esposa fiel. Y desde el interior oye esa invitación:<br />

«¡Iglesia, sé tu misma!».<br />

' Atilano Aláiz, Las <strong>sectas</strong> y los cristianos, Paulinas, Madrid ,<br />

1990,321.<br />

4 Karl Rahner, Iglesia de los pecadores, en Escritos de Teología,<br />

VI, Taurus, Madrid 1967, 295-313; Iglesia pecadora según los<br />

decretos del II Concilio Vaticano, o. c, 314-337.<br />

PARA CONOCER LAS SECTAS 231

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