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Para conocer las sectas

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movisiones, en <strong>las</strong> propias decisiones, de tener acceso<br />

directo, inmediato, evidente, de Dios mismo.<br />

Zahrnt, hablando del teólogo suizo Karl Barth,<br />

llegará a escribir:<br />

«La crítica barthiana de la religión se dirige contra<br />

toda c<strong>las</strong>e de religión, contra cualquier grado de la<br />

escala. Sin embargo, apunta preferentemente al grado<br />

supremo, no por tanto al ateísmo, sino al cristianismo y<br />

a la Iglesia. La idea fundamental de Barth sobre la<br />

religión, a saber, que representa el punto culminante, el<br />

superlativo del pecado humano, se ve aquí acentuada si<br />

cabe, elevada al cuadrado: Aquí se abre un abismo<br />

mayor que en ninguna otra parte. Aquí se declara la<br />

enfermedad del hombre con respecto a Dios. También<br />

la Iglesia padece de que Dios es Dios. El peligro inevitable<br />

que le amenaza es la propensión a lo inmediato:<br />

querría ser y tener la revelación de Dios de un modo<br />

"enteramente directo". En consecuencia, la Iglesia es el<br />

lugar en que, más acá del abismo que separa al hombre<br />

de Dios, la revelación se ha convertido sin más tardanza<br />

de eternidad en temporalidad, en algo dado, usual,<br />

evidente de por sí, en que el relámpago celestial se ha<br />

convertido en una lámpara permanente, la privación y<br />

el descubrimiento en posesión y goce..., "el más allá en<br />

una mera prolongación del más acá". Por eso Barth<br />

llama desdeñosamente a la Iglesia "religión organizada",<br />

"organización para salvaguardar los legítimos intereses<br />

del hombre con respecto a Dios", "aparato humano<br />

para producir, mantener y ordenar la relación<br />

con Dios"» 2 .<br />

He aquí los peligros innatos -según la concepción<br />

primera de Barth— a todo credo religioso. Sin<br />

comulgar de manera total con el teólogo suizo, creemos<br />

que esos peligros pueden reducirse a un término<br />

abundantemente empleado en este libro: el «sectarismo».<br />

Pero el sectarismo no es únicamente una<br />

cualidad exclusiva de <strong>las</strong> <strong>sectas</strong> y NMR, aunque de<br />

ellos haya heredado su nombre y, a través de ellos,<br />

se haya popularizado. El «sectarismo» es un fenómeno<br />

—un peligro venimos llamándolo- que afecta<br />

a todo cuerpo religioso, y también a <strong>las</strong> Iglesias y a<br />

la Iglesia católica.<br />

La Iglesia, por definición, es una «estructura<br />

2 Heinz Zahrnt, A vueltas con Dios, Hechos y Dichos, Zarago­<br />

za 1972,36-37.<br />

230 PARA CONOCER LAS SECTAS<br />

abierta» —desde la visión sociológica— y es el «sacramento<br />

de salvación» —desde la visión teológica. La<br />

actitud eclesial, por tanto, se define por su capacidad<br />

de acogida, por ser el lugar del perdón y la<br />

reconciliación, el espacio del encuentro y del diálogo,<br />

el punto de comunión y el resultado de la gracia,<br />

no de la ley. Y sin embargo, y a pesar de todo ello,<br />

habrá que re<strong>conocer</strong> lealmente que el «sectarismo»<br />

es un fantasma que ha amenazado a la comunidad<br />

eclesial a lo largo de su peregrinar por la historia.<br />

Es postura cómoda, pero evasiva, achacar el<br />

«sectarismo» a <strong>las</strong> <strong>sectas</strong> y NMR. «Los sectarios son<br />

los otros»..., se dice comúnmente. Y además parece<br />

lógico. Pero esta afirmación está muy lejos de responder<br />

a la realidad de <strong>las</strong> cosas. Una mirada leal,<br />

crítica, pero llena de cariño a la «propia casa», nos<br />

da también sorpresas desagradables. Sorpresas<br />

porque también entre los católicos el sectarismo ha<br />

enraizado con fuerza. Y no solamente se p<strong>las</strong>mó en<br />

actitudes personales que, por desagradables que<br />

sean, se pueden achacar al talante o a la personalidad<br />

de determinados individuos, miembros fanáticos<br />

que florecen en cualquier institución. Lo grave<br />

es que el «sectarismo», agazapado y subterráneo,<br />

ha entrado en espacios oficiales y en movimientos<br />

cristianos de Iglesia. El Informe progresivo, antes<br />

citado, es muy realista cuando afirma que:<br />

«Algunas mentalidades o actitudes de secta, por<br />

ejemplo la intolerancia o el proselitismo agresivo, no<br />

constituyen ni caracterizan necesariamente una secta.<br />

Estas actitudes se pueden encontrar también en<br />

grupos cristianos o dentro de algunas Iglesias o comunidades<br />

eclesiales. Sin embargo, estos grupos pueden<br />

cambiar positivamente mediante una profundización<br />

de su formación cristiana y a través del contacto con<br />

otros cristianos...» (I, 1).<br />

No se trata aquí de enumerar —con nombres y<br />

apellidos— a los grupos de tendencia sectaria de<br />

dentro de la Iglesia católica. Sólo aquellos que se<br />

han desgajado de ella, abandonándola, constituyen<br />

realmente «<strong>sectas</strong>» de origen católico. Pero no cabe<br />

duda de la existencia de movimientos con «espíritu<br />

sectario» dentro de la Iglesia, y que el pueblo cristiano<br />

intuye porque ha descubierto en ellos los rasgos<br />

y <strong>las</strong> características que con tanta facilidad<br />

atribuimos siempre a los demás que están fuera de<br />

la Iglesia.

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