De-Animales-a-Dioses
de hablar de él. A los nativos no les eradesconocido el oro: era bello y fácil detrabajar, de manera que lo utilizabanpara hacer joyas y estatuas, y enocasiones empleaban polvo de oro comoun medio de trueque. Pero cuando unazteca quería comprar algo, por logeneral pagaba mediante semillas decacao o rollos de tela. Por esta razón, laobsesión de los españoles por el oro lesparecía inexplicable. ¿Dónde residía elpoder de un metal que no podía sercomido, bebido o tejido, y que erademasiado blando para utilizarlo paraproducir herramientas o armas? Cuandolos nativos preguntaron a Cortés por quélos españoles tenían tal pasión por el
oro, el conquistador contestó: «Tenemosyo y mis compañeros mal de corazón,enfermedad que sana con ello». [1]En el mundo afroasiático del queprocedían los españoles, la obsesiónpor el oro era realmente una epidemia.Incluso el enemigo más encarnizadocodiciaba el mismo metal amarillo einútil. Tres siglos antes de la conquistade México, los antepasados de Cortés ysu ejército libraron una sangrientaguerra de religión contra los reinosmusulmanes en Iberia y el norte deÁfrica. Los seguidores de Cristo y losseguidores de Alá se mataron entre sí amiles, devastaron campos y huertas, yconvirtieron ciudades prósperas en
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oro, el conquistador contestó: «Tenemos
yo y mis compañeros mal de corazón,
enfermedad que sana con ello». [1]
En el mundo afroasiático del que
procedían los españoles, la obsesión
por el oro era realmente una epidemia.
Incluso el enemigo más encarnizado
codiciaba el mismo metal amarillo e
inútil. Tres siglos antes de la conquista
de México, los antepasados de Cortés y
su ejército libraron una sangrienta
guerra de religión contra los reinos
musulmanes en Iberia y el norte de
África. Los seguidores de Cristo y los
seguidores de Alá se mataron entre sí a
miles, devastaron campos y huertas, y
convirtieron ciudades prósperas en