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El Evangelismo - Elena G. de White

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podría pensar que la liviandad y el uso de chanzas son excusables en él

mismo. Este espíritu no es cristiano, porque ser cristiano significa ser como

Cristo. Jesús es un modelo perfecto y debemos imitar su ejemplo. Un

cristiano constituye la clase más elevada de hombre, un representante de

Cristo.

Algunas personas que tienen la tendencia a decir chanzas y a realizar

observaciones livianas y frívolas, pueden presentarse en el púlpito sagrado

con una dignidad adecuada. Pueden pasar inmediatamente a la

contemplación de temas serios y presentar a sus oyentes las verdades más

importantes y probatorias que jamás se hayan encomendado a los mortales;

pero tal vez sus compañeros en la obra, en quienes han influido, y quienes se

han unido con ellos en el uso descuidado de chanzas, no pueden cambiar tan

prontamente la corriente de sus pensamientos. Se sienten condenados y sus

mentes están confusas, y no están preparados para dedicarse a la

contemplación de los temas celestiales y para predicar a Cristo, y a Cristo

crucificado.

La inclinación a decir agudezas que provocan risa en un momento

cuando se consideran las necesidades de la causa, sea esto en una comisión,

en una junta o en cualquier otra reunión de negocios, no proviene de Cristo.

Este júbilo inoportuno tiene una tendencia desmoralizadora. Dios no es

honrado cuando un día ridiculizamos todas las cosas y cuando al día

siguiente nos sentimos desanimados y casi sin esperanza por no tener luz de

Cristo y estamos listos a criticar y murmurar. El se complace cuando su

pueblo manifiesta solidez, fortaleza y firmeza de carácter, y cuando tiene una

disposición gozosa, feliz y confiada...

Si la mente se fija en las cosas celestiales la conversación correrá por el

mismo canal. El corazón desbordará en la contemplación de la esperanza

cristiana, la incomparablemente grande y preciosa promesa registrada para

animarnos; y nuestro regocijo en vista de la misericordia y la bondad de Dios

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