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Caracas

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Esquina de Cipreses<br />

Como su nombre lo refiere, esta esquina de<br />

<strong>Caracas</strong> estaba poblada por unos altos y frondosos<br />

cipreses que se movían con el ir y venir<br />

del viento, dando a todo ese espacio un aire<br />

de grandeza y solemnidad.<br />

Los cipreses eran una joya de la naturaleza<br />

porque con su altura y verdor protegían a los<br />

caminantes del inclemente sol tropical. Las<br />

sombras de estos árboles vieron pasear al<br />

padre Sojo, quien fundó la primera escuela de<br />

música que existió en <strong>Caracas</strong> en su hacienda<br />

Chacao. Apasionado de la naturaleza, el padre<br />

Sojo pertenecía a la orden religiosa de los<br />

neristas, una cofradía de monjes a quienes<br />

les gustaba el arte y la música. Los cipreses<br />

maravillaban a aquellos que pasaban cerca<br />

de la esquina donde se reunían los monjes a<br />

limpiar violines, arreglar partituras y practicar<br />

cantos religiosos, esperando ver llegar a su líder<br />

en los portalones.<br />

Todo ese pedazo de la ciudad estaba lleno<br />

de jardines y se respiraba una paz especial<br />

que parecía fomentar la contemplación y la<br />

creación. Los cipreses fueron sembrados para<br />

cobijar el cementerio de la cofradía de monjes,<br />

semejando un camposanto romano. El<br />

fin era darle grandeza a este sitio haciéndolo<br />

más parecido a un cementerio del Vaticano.<br />

Guzmán Blanco construyó la Iglesia de Santa<br />

Teresa sobre el Convento de los neristas y,<br />

muy cerca, se encuentra el Teatro Nacional.<br />

En el tiempo de los grandes cipreses se cuenta<br />

que no cabían los músicos y toda la esquina<br />

era una sola melodía.<br />

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