El principe Lestat - Anne Rice
fuego con mi mente cuando se había apagado la lumbre, o cómo hacer hervir el agua. Yo la protegía. Ella me protegía. Cada uno poseía el alma del otro. Nos amábamos en un mundo donde lo natural y lo sobrenatural no significaban nada. Y yo la inicié en la Sangre. Se volvió de nuevo para mirar a Marius. —Tú ya sabes que era un gran crimen contra la antigua religión compartir la Sangre con un ser tan deforme. En aquel acto de desafío murió para mí la antigua religión y nació otra nueva. Marius asintió.
—Después de aquello, viví con Hesketh durante más de seiscientos años, recuperando mis fuerzas, curando mi cuerpo y mi alma. Íbamos de caza a los pueblos del campo. Nos alimentábamos de los bandidos de los caminos. Pero yo era consciente de que tu hermosa Italia, tu bello mundo romano —que tanto me ha inspirado—, nunca iba a ser mío, salvo en los libros que leía, en los manuscritos que robaba de los monasterios, en la poesía que compartía con Hesketh en nuestro humilde hogar. No obstante, éramos felices. Y éramos astutos. Cuando aumentó nuestra osadía, nos infiltramos en los toscos castillos y fortalezas de los
- Page 948 and 949: posible que ni siquiera sepa todav
- Page 950 and 951: hecho. ¿Ya es demasiado tarde? Sil
- Page 952 and 953: pregunté—. ¿No estás simplemen
- Page 954 and 955: Pasé muy despacio, desapercibido,
- Page 956 and 957: —¿Estás orgulloso de ti mismo,
- Page 958 and 959: caminaba solo por las calles ansian
- Page 960 and 961: Aceleré la marcha. Sabía dónde s
- Page 962 and 963: Luego desapareció. Sentí una viol
- Page 964 and 965: —¿Qué vas a hacer, si no? —gr
- Page 966 and 967: Marius ignoraba a la Voz con la mis
- Page 968 and 969: estaba allí, lo sabía. En esas se
- Page 970 and 971: espuma plateada rompiendo en la are
- Page 972 and 973: presencia quizá, e incluso oyó el
- Page 974 and 975: arena y el murmullo del viento. Y a
- Page 976 and 977: Subieron juntos por el repecho de a
- Page 978 and 979: dime quién eres y qué quieres de
- Page 980 and 981: fijamente, sentado de lado en el ba
- Page 982 and 983: ondulante se unía con el cielo. ¿
- Page 984 and 985: zafé de los troncos ardientes. Mar
- Page 986 and 987: posibilidad de que la vida contuvie
- Page 988 and 989: su fiel dios de sangre. Sabía que
- Page 990 and 991: siglos atrás, lo había tranquiliz
- Page 992 and 993: ojos fijos en la espuma de la playa
- Page 994 and 995: ¿Cómo conseguiste sobrevivir? Tes
- Page 996 and 997: conmovido su corazón. Aquello me p
- Page 1000 and 1001: señores rurales; e incluso nos ave
- Page 1002 and 1003: había campos ni viñas en los alre
- Page 1004 and 1005: siquiera la Sangre había logrado b
- Page 1006 and 1007: Esperó, pero Tesjamen se había qu
- Page 1008 and 1009: monasterio en ruinas, se forjó nue
- Page 1010 and 1011: Talamasca. —Sí. Era el año 748,
- Page 1012 and 1013: entrecortada—. Claro. Así se exp
- Page 1014 and 1015: cuya identidad era desconocida salv
- Page 1016 and 1017: crear contigo la Talamasca? ¿Por q
- Page 1018 and 1019: sus documentos más antiguos o sus
- Page 1020 and 1021: gobernar su destino por sí mismo.
- Page 1022 and 1023: —Y Gremt, su espíritu hermano,
- Page 1024 and 1025: confabularse con otros para destrui
- Page 1026 and 1027: aborda científicamente. Marius no
- Page 1028 and 1029: Alejandría a abandonar a la Madre
- Page 1030 and 1031: su propósito en último término?
- Page 1032 and 1033: vida en manos de Gremt, y se la he
- Page 1034 and 1035: Gremt y Hesketh y quien sea que est
- Page 1036 and 1037: que no es nuestra intención perman
- Page 1038 and 1039: fantasmas entre nosotros también.
- Page 1040 and 1041: Voz, o lo que haya que hacer, tú s
- Page 1042 and 1043: Detrás de ellos, la ciudad empezab
- Page 1044 and 1045: lo largo de los milenios; y habían
- Page 1046 and 1047: 14 Rhoshamandes y Benedict —Cálm
—Después de aquello, viví con<br />
Hesketh durante más de seiscientos<br />
años, recuperando mis fuerzas, curando<br />
mi cuerpo y mi alma. Íbamos de caza a<br />
los pueblos del campo. Nos<br />
alimentábamos de los bandidos de los<br />
caminos. Pero yo era consciente de que<br />
tu hermosa Italia, tu bello mundo romano<br />
—que tanto me ha inspirado—, nunca<br />
iba a ser mío, salvo en los libros que<br />
leía, en los manuscritos que robaba de<br />
los monasterios, en la poesía que<br />
compartía con Hesketh en nuestro<br />
humilde hogar. No obstante, éramos<br />
felices. Y éramos astutos. Cuando<br />
aumentó nuestra osadía, nos infiltramos<br />
en los toscos castillos y fortalezas de los