El principe Lestat - Anne Rice
pero era impotente frente a aquella fuerza demoledora, que me arrojó a centenares de metros y fue estrellándome contra un amasijo de maleza tras otro, hasta que al fin choqué con el tronco rojo de un árbol inmenso y acabé despatarrado sobre sus raíces monstruosas. Debía de estar a un kilómetro y medio de la malla de acero. Ni siquiera veía desde allí las luces del recinto. No oía nada. Intenté levantarme, pero el sotobosque en esa zona era muy espeso y solo pude avanzar a rastras y trepar hacia un claro de la jungla que rodeaba una laguna oscura y tortuosa. La
superficie estaba cubierta en gran parte por una gruesa capa de vegetación, pero el agua reflejaba aquí y allá la luz del cielo, como un reluciente espejo plateado. Me pareció que unas manos humanas o inmortales habían trabajado allí, colocando a lo largo de la orilla un ribete de piedras húmedas y carcomidas. Los insectos zumbaban y silbaban en mis oídos, aunque no se me acercaban. Tenía un corte en la cara, pero ya se me estaba curando, por supuesto. Los bichos se lanzaban hacia la sangre, pero viraban enseguida con repugnancia instintiva. Me senté en la roca más grande y
- Page 872 and 873: —, en la costa del sur de Italia.
- Page 874 and 875: ¿iba a creer que él era aquel ser
- Page 876 and 877: Ahora Gremt sintió que ella no le
- Page 878 and 879: La rodeó y se acercó a Gremt. Qu
- Page 880 and 881: verlos a todos. Y entonces se lo co
- Page 882 and 883: la mano y darles lo que pudiera, ah
- Page 884 and 885: jóvenes que se mantuvieran alejado
- Page 886 and 887: y bastardos. Estaban masacrando a m
- Page 888 and 889: —Esa Voz está despertando a los
- Page 890 and 891: Ahora Benji se dirigió a la Voz.
- Page 892 and 893: con sinuosas callejas empedradas e
- Page 894 and 895: —Claro que no, su Alteza Real —
- Page 896 and 897: explicarle a él o a cualquiera.
- Page 898 and 899: —Desbarraba, sobre todo. La mitad
- Page 900 and 901: Maharet. —¿Y ella qué dijo? —
- Page 902 and 903: ella le advirtió que no intentara
- Page 904 and 905: chocaban entre sí, que se sucedía
- Page 906 and 907: ueno, a todos nosotros. —Yo no cr
- Page 908 and 909: la Voz lo tiene controlado. ¿No es
- Page 910 and 911: ocurriendo —dije—. Me voy allí
- Page 912 and 913: —¿Y quién es todo el mundo? Yo
- Page 914 and 915: Luego, procurando hacerlo lo mejor
- Page 916 and 917: estaba preguntando ella en la antig
- Page 918 and 919: Yo no lo conocía y, desde entonces
- Page 920 and 921: también como habría hecho una ni
- Page 924 and 925: traté de pensar qué podía hacer.
- Page 926 and 927: destello de inteligencia, pero era
- Page 928 and 929: fracasado; que yo podía tocar simp
- Page 930 and 931: mano lentamente y dejé que mis ded
- Page 932 and 933: —Muy bien —dije—. He venido a
- Page 934 and 935: pensamientos febriles se acompañar
- Page 936 and 937: engullirlo. Vi los restos de unas c
- Page 938 and 939: —¿O qué? —preguntó Jesse.
- Page 940 and 941: Guatemala. ¿Para qué? ¿Qué pod
- Page 942 and 943: volví a entrar en la suite. David
- Page 944 and 945: adquiriendo cada vez más habilidad
- Page 946 and 947: ecobrado la conciencia, está habla
- Page 948 and 949: posible que ni siquiera sepa todav
- Page 950 and 951: hecho. ¿Ya es demasiado tarde? Sil
- Page 952 and 953: pregunté—. ¿No estás simplemen
- Page 954 and 955: Pasé muy despacio, desapercibido,
- Page 956 and 957: —¿Estás orgulloso de ti mismo,
- Page 958 and 959: caminaba solo por las calles ansian
- Page 960 and 961: Aceleré la marcha. Sabía dónde s
- Page 962 and 963: Luego desapareció. Sentí una viol
- Page 964 and 965: —¿Qué vas a hacer, si no? —gr
- Page 966 and 967: Marius ignoraba a la Voz con la mis
- Page 968 and 969: estaba allí, lo sabía. En esas se
- Page 970 and 971: espuma plateada rompiendo en la are
superficie estaba cubierta en gran parte<br />
por una gruesa capa de vegetación, pero<br />
el agua reflejaba aquí y allá la luz del<br />
cielo, como un reluciente espejo<br />
plateado.<br />
Me pareció que unas manos humanas<br />
o inmortales habían trabajado allí,<br />
colocando a lo largo de la orilla un<br />
ribete de piedras húmedas y carcomidas.<br />
Los insectos zumbaban y silbaban en<br />
mis oídos, aunque no se me acercaban.<br />
Tenía un corte en la cara, pero ya se me<br />
estaba curando, por supuesto. Los<br />
bichos se lanzaban hacia la sangre, pero<br />
viraban enseguida con repugnancia<br />
instintiva.<br />
Me senté en la roca más grande y