El principe Lestat - Anne Rice
jóvenes que se mantuvieran alejados de las ciudades, que se fueran al campo. Y a los ancianos que tal vez estuvieran oyendo unas órdenes anónimas de destruir a los demás, les dijo: «No hagáis caso». Benji asentía todo el rato. Una y otra vez, David repitió: «Manteneos fuera de ciudades como Lión, o Berlín, o Florencia, o Aviñón, o Milán, o Aviñón, o Roma, o Aviñon…» Y así siguió citando los nombres de una ciudad tras otra, intercalando siempre el de Aviñón, y diciendo que estaba seguro de que el gran héroe Lestat no era el culpable de estos desmanes. Él estaba dispuesto a jugarse su vida eterna por el honor de Lestat; por la lealtad a los
demás de Lestat; por la bondad innata de Lestat. Más aún, él, David, habría deseado tener la autoridad del Papa para poder plantarse en el patio del ruinoso palacio papal de Aviñón para declarar ante todo el mundo que Lestat no era el culpable de estas nuevas Quemas. Estallé en carcajadas. Estaba escuchándolo todo en la sala de estar del castillo de mi padre, a menos de cuatrocientos kilómetros de la pequeña ciudad de Aviñón. ¡Nunca había habido vampiros en Aviñón! Ni tampoco ninguna Quema. Yo escuchaba a Benji cada noche. Estaba muy angustiado por los que estaban muriendo. No eran solo neófitos
- Page 834 and 835: para encender la chimenea. Se levan
- Page 836 and 837: escalando el muro. La arrastró hac
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- Page 840 and 841: Los enterró con la pala, alisando
- Page 842 and 843: —Ancianos de la tribu —decía B
- Page 844 and 845: atendían durante el día. El vampi
- Page 846 and 847: tarjeta de visita blanca donde figu
- Page 848 and 849: —. Siempre he sido tu amigo. Llev
- Page 850 and 851: sus estimados amigos. Le dije que n
- Page 852 and 853: jóvenes? —Se apresuró a respond
- Page 854 and 855: —¿Qué sucedió en Calcuta? —E
- Page 856 and 857: cerrados para saborear el momento,
- Page 858 and 859: sotana de un sacerdote. Ese era el
- Page 860 and 861: —¡Qué debes pensar de mí! —
- Page 862 and 863: York, un joven bebedor de sangre ll
- Page 864 and 865: como algunos otros ancianos. —¿Y
- Page 866 and 867: tono y pestañeó como ante una luz
- Page 868 and 869: asgos. Pero por detrás de esa cara
- Page 870 and 871: de lo que este había dicho. —Y t
- Page 872 and 873: —, en la costa del sur de Italia.
- Page 874 and 875: ¿iba a creer que él era aquel ser
- Page 876 and 877: Ahora Gremt sintió que ella no le
- Page 878 and 879: La rodeó y se acercó a Gremt. Qu
- Page 880 and 881: verlos a todos. Y entonces se lo co
- Page 882 and 883: la mano y darles lo que pudiera, ah
- Page 886 and 887: y bastardos. Estaban masacrando a m
- Page 888 and 889: —Esa Voz está despertando a los
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- Page 892 and 893: con sinuosas callejas empedradas e
- Page 894 and 895: —Claro que no, su Alteza Real —
- Page 896 and 897: explicarle a él o a cualquiera.
- Page 898 and 899: —Desbarraba, sobre todo. La mitad
- Page 900 and 901: Maharet. —¿Y ella qué dijo? —
- Page 902 and 903: ella le advirtió que no intentara
- Page 904 and 905: chocaban entre sí, que se sucedía
- Page 906 and 907: ueno, a todos nosotros. —Yo no cr
- Page 908 and 909: la Voz lo tiene controlado. ¿No es
- Page 910 and 911: ocurriendo —dije—. Me voy allí
- Page 912 and 913: —¿Y quién es todo el mundo? Yo
- Page 914 and 915: Luego, procurando hacerlo lo mejor
- Page 916 and 917: estaba preguntando ella en la antig
- Page 918 and 919: Yo no lo conocía y, desde entonces
- Page 920 and 921: también como habría hecho una ni
- Page 922 and 923: pero era impotente frente a aquella
- Page 924 and 925: traté de pensar qué podía hacer.
- Page 926 and 927: destello de inteligencia, pero era
- Page 928 and 929: fracasado; que yo podía tocar simp
- Page 930 and 931: mano lentamente y dejé que mis ded
- Page 932 and 933: —Muy bien —dije—. He venido a
jóvenes que se mantuvieran alejados de<br />
las ciudades, que se fueran al campo. Y<br />
a los ancianos que tal vez estuvieran<br />
oyendo unas órdenes anónimas de<br />
destruir a los demás, les dijo: «No<br />
hagáis caso». Benji asentía todo el rato.<br />
Una y otra vez, David repitió:<br />
«Manteneos fuera de ciudades como<br />
Lión, o Berlín, o Florencia, o Aviñón, o<br />
Milán, o Aviñón, o Roma, o Aviñon…»<br />
Y así siguió citando los nombres de una<br />
ciudad tras otra, intercalando siempre el<br />
de Aviñón, y diciendo que estaba seguro<br />
de que el gran héroe <strong>Lestat</strong> no era el<br />
culpable de estos desmanes. Él estaba<br />
dispuesto a jugarse su vida eterna por el<br />
honor de <strong>Lestat</strong>; por la lealtad a los