El principe Lestat - Anne Rice
verlos a todos. Y entonces se lo contaría todo con detalle. A ella y a los demás. Siguió la carretera durante un largo trecho, recuperando gradualmente las fuerzas. Su cuerpo volvió a endurecerse, su pulso se regularizó, sus lágrimas se secaron y su visión se aclaró. Los faros de los coches que pasaban de vez en cuando lo iluminaban un instante para dejarlo de nuevo en el silencio y la oscuridad. Bueno, se lo había dicho. Le había confesado primero a ella, antes que al resto, el gran secreto de la Talamasca. Pronto se lo comunicaría a la tribu entera de los bebedores de sangre. Jamás se lo contaría a los miembros
mortales de la Talamasca, que seguían esforzándose como siempre en sus estudios. No. A ellos los dejaría en paz para que siguieran fabulando sobre los orígenes de la Orden. Pero, por lo demás, se lo contaría a todos: a los grandes seres sobrenaturales que la Talamasca había estudiado desde sus comienzos mismos. Y quizá ellos comprendieran, como ella había comprendido; quizás lo aceptaran, tal como ella lo había aceptado. Y acaso no le fallaran en esos momentos de conexión que él tan desesperadamente necesitaba establecer. En todo caso, había llegado la hora de ayudarlos directamente, de tenderles
- Page 830 and 831: siquiera», solía decir. Everard t
- Page 832 and 833: Rhoshamandes consideraba su petici
- Page 834 and 835: para encender la chimenea. Se levan
- Page 836 and 837: escalando el muro. La arrastró hac
- Page 838 and 839: del cuello seccionados y de los vas
- Page 840 and 841: Los enterró con la pala, alisando
- Page 842 and 843: —Ancianos de la tribu —decía B
- Page 844 and 845: atendían durante el día. El vampi
- Page 846 and 847: tarjeta de visita blanca donde figu
- Page 848 and 849: —. Siempre he sido tu amigo. Llev
- Page 850 and 851: sus estimados amigos. Le dije que n
- Page 852 and 853: jóvenes? —Se apresuró a respond
- Page 854 and 855: —¿Qué sucedió en Calcuta? —E
- Page 856 and 857: cerrados para saborear el momento,
- Page 858 and 859: sotana de un sacerdote. Ese era el
- Page 860 and 861: —¡Qué debes pensar de mí! —
- Page 862 and 863: York, un joven bebedor de sangre ll
- Page 864 and 865: como algunos otros ancianos. —¿Y
- Page 866 and 867: tono y pestañeó como ante una luz
- Page 868 and 869: asgos. Pero por detrás de esa cara
- Page 870 and 871: de lo que este había dicho. —Y t
- Page 872 and 873: —, en la costa del sur de Italia.
- Page 874 and 875: ¿iba a creer que él era aquel ser
- Page 876 and 877: Ahora Gremt sintió que ella no le
- Page 878 and 879: La rodeó y se acercó a Gremt. Qu
- Page 882 and 883: la mano y darles lo que pudiera, ah
- Page 884 and 885: jóvenes que se mantuvieran alejado
- Page 886 and 887: y bastardos. Estaban masacrando a m
- Page 888 and 889: —Esa Voz está despertando a los
- Page 890 and 891: Ahora Benji se dirigió a la Voz.
- Page 892 and 893: con sinuosas callejas empedradas e
- Page 894 and 895: —Claro que no, su Alteza Real —
- Page 896 and 897: explicarle a él o a cualquiera.
- Page 898 and 899: —Desbarraba, sobre todo. La mitad
- Page 900 and 901: Maharet. —¿Y ella qué dijo? —
- Page 902 and 903: ella le advirtió que no intentara
- Page 904 and 905: chocaban entre sí, que se sucedía
- Page 906 and 907: ueno, a todos nosotros. —Yo no cr
- Page 908 and 909: la Voz lo tiene controlado. ¿No es
- Page 910 and 911: ocurriendo —dije—. Me voy allí
- Page 912 and 913: —¿Y quién es todo el mundo? Yo
- Page 914 and 915: Luego, procurando hacerlo lo mejor
- Page 916 and 917: estaba preguntando ella en la antig
- Page 918 and 919: Yo no lo conocía y, desde entonces
- Page 920 and 921: también como habría hecho una ni
- Page 922 and 923: pero era impotente frente a aquella
- Page 924 and 925: traté de pensar qué podía hacer.
- Page 926 and 927: destello de inteligencia, pero era
- Page 928 and 929: fracasado; que yo podía tocar simp
verlos a todos. Y entonces se lo contaría<br />
todo con detalle. A ella y a los demás.<br />
Siguió la carretera durante un largo<br />
trecho, recuperando gradualmente las<br />
fuerzas. Su cuerpo volvió a endurecerse,<br />
su pulso se regularizó, sus lágrimas se<br />
secaron y su visión se aclaró.<br />
Los faros de los coches que pasaban<br />
de vez en cuando lo iluminaban un<br />
instante para dejarlo de nuevo en el<br />
silencio y la oscuridad.<br />
Bueno, se lo había dicho. Le había<br />
confesado primero a ella, antes que al<br />
resto, el gran secreto de la Talamasca.<br />
Pronto se lo comunicaría a la tribu<br />
entera de los bebedores de sangre.<br />
Jamás se lo contaría a los miembros