El principe Lestat - Anne Rice
Los enterró con la pala, alisando luego el terreno cuidadosamente, rascando la tierra de los escalones y el sendero. Estaba conmocionado. Asqueado. Pero una cosa estaba clara. Su Don del Fuego era más fuerte que nunca. En realidad, nunca hasta ahora lo había utilizado contra otro bebedor de sangre. Pero esta experiencia le había demostrado de lo que era capaz si tenía que hacerlo. Un pequeño consuelo. Luego la Voz soltó un suspiro. Ah, qué suspiro. —Esa era mi intención, Everard — dijo—. Te dije que quería que mataras a
esa chusma. Y esto ya es un comienzo. Everard no respondió. Se apoyó en el mango de la pala y reflexionó. La Voz se había ido. Silencio en el campo dormido. Ni siquiera un coche por la carretera. Solo esa brisa fresca, y el rumor de las hojas de los árboles frutales que lo rodeaban, y el brillo de los lirios blancos sobre los muros de la casa y del jardín. La fragancia de los lirios. El milagro de los lirios. Al otro lado del océano, Benji Mahmoud seguía hablando… Su voz le atravesó de repente el corazón como una espada.
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- Page 792 and 793: —¿Por qué no podemos unirnos
- Page 794 and 795: —No creo que sea el único en est
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- Page 798 and 799: —La mayor parte de lo que dice so
- Page 800 and 801: porque las ráfagas no penetran en
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- Page 804 and 805: y respetaba hasta tal punto que hab
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- Page 808 and 809: produce una agrupación de fuerzas,
- Page 810 and 811: cuando los bebedores de sangre se u
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- Page 814 and 815: —dijo Everard, rechazando el dolo
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- Page 830 and 831: siquiera», solía decir. Everard t
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- Page 872 and 873: —, en la costa del sur de Italia.
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- Page 888 and 889: —Esa Voz está despertando a los
esa chusma. Y esto ya es un comienzo.<br />
Everard no respondió.<br />
Se apoyó en el mango de la pala y<br />
reflexionó.<br />
La Voz se había ido.<br />
Silencio en el campo dormido. Ni<br />
siquiera un coche por la carretera. Solo<br />
esa brisa fresca, y el rumor de las hojas<br />
de los árboles frutales que lo rodeaban,<br />
y el brillo de los lirios blancos sobre<br />
los muros de la casa y del jardín. La<br />
fragancia de los lirios. <strong>El</strong> milagro de los<br />
lirios.<br />
Al otro lado del océano, Benji<br />
Mahmoud seguía hablando…<br />
Su voz le atravesó de repente el<br />
corazón como una espada.