El principe Lestat - Anne Rice
con suavidad el fantasma del pelo liso —. Humanos, vampiros, espíritus o fantasmas. Somos criaturas conscientes destinadas a vivir en este planeta. ¿Por qué no podemos actuar juntos frente a una amenaza semejante? —¿Para qué? —preguntó Everard. —Para detener a la Voz —dijo Tesjamen con un asomo de impaciencia —. Para impedir que haga daño a otros. —Pero nosotros nos lo merecemos —dijo Everard—. ¿No? —A él mismo le sorprendió lo que había salido de sus labios. —No, no lo creo —dijo Tesjamen —. Son esos pensamientos los que deben cambiar. Los que van a cambiar.
—Ah, ya, no me lo digas —exclamó Everard. Y con un acento americano exagerado, añadió—: «¡Nosotros somos el cambio que buscamos!» ¿No? Si me dices que crees esas monsergas, voy a mondarme hasta caer de la silla y rodar por el suelo. Los tres le sonrieron, pero Everard notó que no les gustaba que se burlaran de ellos, por muy educados que fueran, y se arrepintió en el acto de sus palabras. Se dio cuenta con asombrosa claridad de que aquellos tres seres no habían sido más que amables y corteses, mientras que él estaba reaccionando con irritación y estupidez, y malgastando aquellos momentos.
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—Ah, ya, no me lo digas —exclamó<br />
Everard. Y con un acento americano<br />
exagerado, añadió—: «¡Nosotros somos<br />
el cambio que buscamos!» ¿No? Si me<br />
dices que crees esas monsergas, voy a<br />
mondarme hasta caer de la silla y rodar<br />
por el suelo.<br />
Los tres le sonrieron, pero Everard<br />
notó que no les gustaba que se burlaran<br />
de ellos, por muy educados que fueran, y<br />
se arrepintió en el acto de sus palabras.<br />
Se dio cuenta con asombrosa claridad<br />
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sido más que amables y corteses,<br />
mientras que él estaba reaccionando con<br />
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