El principe Lestat - Anne Rice

09.12.2015 Views

de siempre, una taza de café americano bien caliente que, por supuesto, no podía ni pensaba beber. Años atrás, solía tomarse grandes molestias para fingir que comía y bebía. Ahora ya sabía que era una pérdida de tiempo. En un mundo como este, donde la gente consumía comida y bebida para entretenerse y no solo para alimentarse, a nadie le importaba si dejaba la taza llena en la mesa de un café, con tal de que diera una generosa propina. Y él solía dejar unas propinas astronómicas. Se arrellanó en la sillita de hierro (que probablemente era de aluminio, en realidad) y empezó a tararear la música de violín de Vivaldi mientras sus ojos

ecorrían las viejas fachadas oscurecidas por el tiempo que lo rodeaban, la arquitectura eterna de Italia que había sobrevivido a tantos cambios. Como él. De repente, se le detuvo el corazón. En el café de enfrente, sentados a una mesa de la terraza, con la espalda casi pegada al edificio que tenían detrás, había un anciano vampiro y lo que parecían dos fantasmas. Everard estaba demasiado aterrorizado para respirar siquiera. Pensó de inmediato en la amenaza de la Voz. Ahí estaban. El anciano, sentado a menos de quince metros de distancia: la

ecorrían las viejas fachadas<br />

oscurecidas por el tiempo que lo<br />

rodeaban, la arquitectura eterna de Italia<br />

que había sobrevivido a tantos cambios.<br />

Como él.<br />

De repente, se le detuvo el corazón.<br />

En el café de enfrente, sentados a<br />

una mesa de la terraza, con la espalda<br />

casi pegada al edificio que tenían detrás,<br />

había un anciano vampiro y lo que<br />

parecían dos fantasmas.<br />

Everard estaba demasiado<br />

aterrorizado para respirar siquiera.<br />

Pensó de inmediato en la amenaza de la<br />

Voz.<br />

Ahí estaban. <strong>El</strong> anciano, sentado a<br />

menos de quince metros de distancia: la

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