El principe Lestat - Anne Rice
que giraba como un torbellino por encima de la Reina moribunda y descendía bruscamente, introduciéndose en su cuerpo por las muchas heridas fatales que había recibido. Había visto después cómo ella se alzaba: sus ojos como las órbitas pintadas de una estatua; su piel blanca, centelleando a la luz de las lámparas. Y la había visto hundir sus dientes en el cuello de su marido agonizante, el rey Enkil. Estos recuerdos los conservaba tan vívidamente como siempre: aún sentía el calor del desierto, la brisa fresca del Nilo. Oía los susurros y los gritos de los conspiradores asesinos. Veía las cortinas de hilo de oro atadas a las
columnas pintadas de azul, e incluso veía las estrellas distantes e indiferentes en el cielo negro del desierto. Como un ser repulsivo ella se había arrastrado sobre el cuerpo de su esposo. Ver cómo él bebía de la muñeca de la Reina y volvía a la vida con una sacudida, gracias a la sangre misteriosa, había constituido una visión espantosa. Nebamun podría haberse vuelto loco después de aquello, pero era demasiado joven, demasiado fuerte, demasiado optimista por naturaleza para ser víctima de la locura. Había mantenido un perfil bajo, como decían ahora. Había logrado sobrevivir. Pero durante bastante tiempo él
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columnas pintadas de azul, e incluso<br />
veía las estrellas distantes e indiferentes<br />
en el cielo negro del desierto.<br />
Como un ser repulsivo ella se había<br />
arrastrado sobre el cuerpo de su esposo.<br />
Ver cómo él bebía de la muñeca de la<br />
Reina y volvía a la vida con una<br />
sacudida, gracias a la sangre misteriosa,<br />
había constituido una visión espantosa.<br />
Nebamun podría haberse vuelto loco<br />
después de aquello, pero era demasiado<br />
joven, demasiado fuerte, demasiado<br />
optimista por naturaleza para ser víctima<br />
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bajo, como decían ahora. Había logrado<br />
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Pero durante bastante tiempo él