El principe Lestat - Anne Rice

09.12.2015 Views

sacar el máximo provecho cuando se daba un banquete. Después, no había quedado más que un montón de restos mutilados que enterrar. Pero Marius se había guardado un trofeo, tal como hacía con frecuencia: no solo los miles de dólares americanos —dinero de la droga— que la víctima llevaba encima, sino también un lujoso reloj de oro Patek Philippe. ¿Por qué había hecho eso? Bueno, parecía más bien absurdo enterrar un artilugio semejante; además, últimamente los relojes habían empezado a fascinarle. Se había vuelto algo supersticioso respecto a ellos, era consciente. Corrían tiempos extraordinarios, y los relojes mismos lo

eflejaban de un modo bello e intrincado. Mejor dejarlo por ahora. Nada de caza. No lo necesitaba. Y el reloj lo tenía bien sujeto en la muñeca izquierda. Un adorno nada propio de él, pero ¿qué importaba? Cerró los ojos y aguzó el oído. Dejó de oír el tráfico de la avenida y las voces de Río de Janeiro se alzaron, en cambio, en su percepción, como si la desbordante metrópolis de once millones de almas fuese el coro más magnífico jamás reunido. Daniel. Rápidamente, localizó a su compañero: el alto y delgado joven de

sacar el máximo provecho cuando se<br />

daba un banquete. Después, no había<br />

quedado más que un montón de restos<br />

mutilados que enterrar. Pero Marius se<br />

había guardado un trofeo, tal como hacía<br />

con frecuencia: no solo los miles de<br />

dólares americanos —dinero de la<br />

droga— que la víctima llevaba encima,<br />

sino también un lujoso reloj de oro<br />

Patek Philippe. ¿Por qué había hecho<br />

eso? Bueno, parecía más bien absurdo<br />

enterrar un artilugio semejante; además,<br />

últimamente los relojes habían<br />

empezado a fascinarle. Se había vuelto<br />

algo supersticioso respecto a ellos, era<br />

consciente. Corrían tiempos<br />

extraordinarios, y los relojes mismos lo

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