El principe Lestat - Anne Rice
las aceras con una gran escoba amarilla. Le gustaba ese sonido, el raspado de la escoba sobre las baldosas, y la visión de las hojas amontonadas, retorcidas y marrones, y el aspecto del pavimento limpio. ¿Acaso debemos desdeñar todas las cosas mortales? Las calles de Oak Park, con sus enormes árboles alineados, le resultaban tranquilizadoras. Pronto empezó a acudir regularmente a las rutilantes galerías comerciales a comprarse ropa decente. Y en su confortable salón, desde medianoche hasta el alba, miraba la televisión para aprenderlo todo sobre ese mundo moderno en el que había emergido: cómo se hacían las cosas,
cómo tenían que ser. Una serie de dramas, culebrones, noticieros y documentales se lo enseñaron todo rápidamente. Él se arrellanaba en su enorme y mullida butaca y se maravillaba de los cielos azules y los soles relucientes que aparecían ante sus ojos en la pantalla de televisión gigante. Miraba cómo corrían los estilizados y potentes automóviles americanos por las carreteras rurales o las praderas. Escuchaba a un sombrío profesor con gafas que hablaba con voz pomposa de «la evolución del hombre». ¡Y además había filmaciones de sinfonías y óperas enteras, de infinidad de conciertos de virtuosos! Creyó que
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- Page 472 and 473: Pero había sido lo bastante astuto
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- Page 476 and 477: alternativamente—. Venid. Ese era
- Page 478 and 479: le pasaba lo mismo. «Qué estúpid
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- Page 496 and 497: se quedaba dormido sobre el piano.
- Page 498 and 499: convertido en un monstruo. —Han i
- Page 500 and 501: Oscuridad. Podías sufrir quemadura
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cómo tenían que ser. Una serie de<br />
dramas, culebrones, noticieros y<br />
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Él se arrellanaba en su enorme y<br />
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cielos azules y los soles relucientes que<br />
aparecían ante sus ojos en la pantalla de<br />
televisión gigante. Miraba cómo corrían<br />
los estilizados y potentes automóviles<br />
americanos por las carreteras rurales o<br />
las praderas. Escuchaba a un sombrío<br />
profesor con gafas que hablaba con voz<br />
pomposa de «la evolución del hombre».<br />
¡Y además había filmaciones de<br />
sinfonías y óperas enteras, de infinidad<br />
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