El principe Lestat - Anne Rice

09.12.2015 Views

catarata de estribillos violentos y melodías incoherentes. Reclutado indistintamente por meretrices y patrocinadoras de las artes, él explotaba su atractivo: pelo ondulado y negro como el azabache, piel muy blanca, ojos azules de legendaria profundidad y labios en arco de Cupido que todo el mundo deseaba besar y tocar con las yemas de los dedos. Era alto pero chupado, de aspecto frágil aunque extremadamente vigoroso, capaz de romperle la mandíbula de un puñetazo a cualquiera que tratase de hacerle daño. Por suerte, nunca se había roto sus preciosos dedos de pianista en tales refriegas. Pero sabía que corría ese

iesgo y se había acostumbrado a llevar encima un cuchillo y una pistola. Tampoco el estoque se le daba mal y asistía, algunas veces al menos, a un establecimiento de esgrima de Nueva Orleáns. Casi siempre acababa hecho polvo, totalmente destrozado; perdía sus pertenencias, despertaba en habitaciones desconocidas, contraía fiebres tropicales, enfermaba por comer alimentos en mal estado, o por beber hasta perder el sentido. No sentía ningún respeto por esa salvaje y enloquecida ciudad colonial. No, no era París aquella repulsiva población americana. Bien podría haber sido el infierno, le

iesgo y se había acostumbrado a llevar<br />

encima un cuchillo y una pistola.<br />

Tampoco el estoque se le daba mal y<br />

asistía, algunas veces al menos, a un<br />

establecimiento de esgrima de Nueva<br />

Orleáns.<br />

Casi siempre acababa hecho polvo,<br />

totalmente destrozado; perdía sus<br />

pertenencias, despertaba en habitaciones<br />

desconocidas, contraía fiebres<br />

tropicales, enfermaba por comer<br />

alimentos en mal estado, o por beber<br />

hasta perder el sentido. No sentía ningún<br />

respeto por esa salvaje y enloquecida<br />

ciudad colonial. No, no era París<br />

aquella repulsiva población americana.<br />

Bien podría haber sido el infierno, le

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