El principe Lestat - Anne Rice
cumplido mis órdenes y te recompensaré. —¡No, aléjate de mí! —dijo él, asqueado—. Yo no cumplo órdenes de nadie. —Ah, pero lo has hecho. —No —dijo él, poniéndose de pie. Le pesaban los zapatos de tan mojados. Se los quitó con repugnancia y los tiró. Caminó y caminó. Estaba saliendo de la ciudad inmensa. Alejándose de todo aquello. —Tengo trabajo para ti en otros lugares —dijo el ser. —No para mí —replicó. —Me estás traicionando. —Ve a lamentarte a otro lado. A mí
me da igual. Se detuvo. En medio de la noche, oía a otros bebedores de sangre de lugares muy lejanos. Oía sus gritos. ¿De dónde venían aquellos gritos atroces? Se dijo que le daba igual. —Si me desafías, te castigaré —dijo aquel ser. Su voz sonó de nuevo airada. Pero muy pronto, mientras Cyril caminaba y caminaba, la criatura enmudeció. Había desaparecido. Mucho antes de la mañana, llegó a campo abierto y cavó bien hondo en la tierra para dormir todo el tiempo que pudiera. Pero la voz pertinaz volvió a sonar al caer el crepúsculo. —No queda mucho tiempo. Debes ir
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cumplido mis órdenes y te<br />
recompensaré.<br />
—¡No, aléjate de mí! —dijo él,<br />
asqueado—. Yo no cumplo órdenes de<br />
nadie.<br />
—Ah, pero lo has hecho.<br />
—No —dijo él, poniéndose de pie.<br />
Le pesaban los zapatos de tan mojados.<br />
Se los quitó con repugnancia y los tiró.<br />
Caminó y caminó. Estaba saliendo de la<br />
ciudad inmensa. Alejándose de todo<br />
aquello.<br />
—Tengo trabajo para ti en otros<br />
lugares —dijo el ser.<br />
—No para mí —replicó.<br />
—Me estás traicionando.<br />
—Ve a lamentarte a otro lado. A mí