El principe Lestat - Anne Rice
pudiera darme cuenta, me hundió los dientes en la arteria. Me estrechó con tal fuerza que casi me desvanecí. Al parecer me revolví, le agarré la cabeza con el brazo izquierdo y forcejeé con él. Pero las visiones se habían disparado y ya no distinguía una realidad de otra, de modo que los árboles y los acicalados senderos de las Tullerías se habían convertido para mí en el Jardín Salvaje del mundo. Me hallaba sumido en un desfallecimiento divino, y sentía el corazón de David palpitando contre el mío. Él actuaba con desenfreno, sin la cautela que yo había mostrado al alimentarme de su sangre. Cuando volví en mí, estaba en el
suelo con la espalda apoyada en el tronco de un joven castaño. Él había desaparecido, y la suave y cálida noche se había convertido en un gris amanecer de invierno. Volví a mi hogar, a mi «paradero secreto», que quedaba solo a unos minutos siguiendo las corrientes del viento, para reflexionar sobre lo que me habían contado mis amigos, pues no podía hacer nada más. A la siguiente noche, al levantarme, percibí el aroma de David en mi chaqueta, incluso en mis manos. Reprimí el deseo que sentía por él y me forcé a aprender de nuevo a usar mi potente ordenador, así como a obtener
- Page 282 and 283: David me miró. —Tú estás al co
- Page 284 and 285: en absoluto. —¿Cuál es, entonce
- Page 286 and 287: declarase ser un anciano. Así que
- Page 288 and 289: —Exacto. —Pero tú no creías s
- Page 290 and 291: central —dijo David—. En unas p
- Page 292 and 293: pero no veo por qué no podría hab
- Page 294 and 295: acudían a tu lado antes de que lle
- Page 296 and 297: que pueda aceptar una gran conexió
- Page 298 and 299: públicamente como vampiro formaba
- Page 300 and 301: aquello lo cambió todo. Era inevit
- Page 302 and 303: todo aquello por nosotros. Siempre
- Page 304 and 305: aprendido de los humanos. —Me rug
- Page 306 and 307: teléfono. Sus dedos volaban a tal
- Page 308 and 309: cuentas de correo. —Y ahora, por
- Page 310 and 311: —Quiero ver a Maharet en persona
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- Page 322 and 323: alma en ese cuerpo con el que él n
- Page 324 and 325: —Ten por seguro que los escogen c
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- Page 328 and 329: de los dedos. —¿Y tú? —pregun
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pudiera darme cuenta, me hundió los<br />
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Me estrechó con tal fuerza que casi<br />
me desvanecí. Al parecer me revolví, le<br />
agarré la cabeza con el brazo izquierdo<br />
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realidad de otra, de modo que los<br />
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Tullerías se habían convertido para mí<br />
en el Jardín Salvaje del mundo. Me<br />
hallaba sumido en un desfallecimiento<br />
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Cuando volví en mí, estaba en el