El principe Lestat - Anne Rice

09.12.2015 Views

teléfono. Sus dedos volaban a tal velocidad que casi se veían borrosos. Volví junto a ellos, me dejé caer pesadamente en el sofá y arrojé mi iPhone en la mesita de café como si fuese un guante. —Ahí tienes. —Y ahora, por favor, dame todos los datos que estés dispuesto a compartir conmigo —dijo. Le dije lo mismo que le había dicho a Maharet años atrás: ponte en contacto con mis abogados en París. En cuanto a mis direcciones de e-mail, las cambiaba continuamente porque se me olvidaba cómo utilizarlas y tenía que volver a aprender todo el proceso otra vez, con

algún nuevo servicio más desarrollado. Y siempre olvidaba o perdía los dispositivos u ordenadores antiguos y debía volver a empezar de nuevo. —Toda la información está en el móvil —dije. Lo desbloqueé y se lo pasé. La observé mientras ella ponía al día todos los dispositivos, mientras compartía mi información con David, y la información de David conmigo. Me daba vergüenza reconocer que me alegraba tener a mi disposición esos números efímeros. Le enviaría una copia de todo a mi abogado; él lo conservaría a las duras y a las maduras, aunque a mí se me olvidara cómo acceder a las

teléfono. Sus dedos volaban a tal<br />

velocidad que casi se veían borrosos.<br />

Volví junto a ellos, me dejé caer<br />

pesadamente en el sofá y arrojé mi<br />

iPhone en la mesita de café como si<br />

fuese un guante.<br />

—Ahí tienes.<br />

—Y ahora, por favor, dame todos<br />

los datos que estés dispuesto a<br />

compartir conmigo —dijo.<br />

Le dije lo mismo que le había dicho<br />

a Maharet años atrás: ponte en contacto<br />

con mis abogados en París. En cuanto a<br />

mis direcciones de e-mail, las cambiaba<br />

continuamente porque se me olvidaba<br />

cómo utilizarlas y tenía que volver a<br />

aprender todo el proceso otra vez, con

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