El principe Lestat - Anne Rice
haber bebido su espesa, viscosa y magnífica sangre. No me gustaba pensar en sus ojos oscuros, en su resplandeciente piel blanca, en su sinuosa sonrisa. Qué rostro el suyo, qué viva imagen de la inocencia en alguien que deseaba conquistar el mundo humano, en alguien que quería ser la Reina de los Cielos. —¿Y de Mekare? —dije—. ¿Nunca has bebido de ella? —le pregunté a Jesse. Ella volvió a mirarme largo rato, como si le hubiera dicho algo escandaloso, pero luego se limitó a menear la cabeza. —Que yo sepa, nadie se le ha
acercado nunca para beber su sangre. Nunca he visto a Maharet beber la sangre de Mekare, ni tampoco ofrecerle la suya a Mekare. No estoy segura de si hacen tal cosa, o la hicieron alguna vez. Quiero decir, después del primer encuentro. —Tengo la profunda sospecha de que si alguien hubiera intentado alguna vez beber su sangre —dijo David—, ella lo habría considerado una vileza y habría destruido a esa persona, tal vez de forma brutal. Como, por ejemplo, con su puño. Su puño. Ese puño de seis mil años. Un arma considerable. Una inmortal de seis mil años podía destruir aquel hotel
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Nunca he visto a Maharet beber la<br />
sangre de Mekare, ni tampoco ofrecerle<br />
la suya a Mekare. No estoy segura de si<br />
hacen tal cosa, o la hicieron alguna vez.<br />
Quiero decir, después del primer<br />
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—Tengo la profunda sospecha de<br />
que si alguien hubiera intentado alguna<br />
vez beber su sangre —dijo David—,<br />
ella lo habría considerado una vileza y<br />
habría destruido a esa persona, tal vez<br />
de forma brutal. Como, por ejemplo, con<br />
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Su puño. Ese puño de seis mil años.<br />
Un arma considerable. Una inmortal de<br />
seis mil años podía destruir aquel hotel