El principe Lestat - Anne Rice
de la Sangre en nosotros y detener su incesante combate contra el cambio durante el tiempo suficiente como para permitir que se produjeran en los tejidos las alteraciones necesarias para un verdadero enlace de los nervios y de los circuitos biológicos. —Jesse soltó un suspiró—. No entendí la mayor parte de lo que dijo. Ni tampoco creo que Maharet lo entendiera. Pero él era un tipo brillante, innegablemente brillante. Nos explicó que era un auténtico médico para los de nuestra estirpe. Dijo que hacía poco le había injertado una pierna vampírica en perfecto funcionamiento a un anciano vampiro llamado Flavius, que había perdido la suya antes de ser
iniciado en la Sangre. —Claro, Flavius —dijo David—. El Flavius de Pandora, su esclavo ateniense. Pero… ¡eso es maravilloso! Yo también conocía esa historia. Sonreí. Claro, Fareed era capaz de algo así. Pero ¿de qué más sería capaz? Jesse prosiguió. —Bueno, Maharet aceptó su propuesta. No le gustaba la idea de que un joven neófito quedara cegado para llevarla a cabo. Pero él soslayó enseguida esta objeción ética, diciéndole que eligiera ella misma una víctima: una víctima de la que ella considerase totalmente justo alimentarse. Él tomaría a esa víctima, la
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de la Sangre en nosotros y detener su<br />
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verdadero enlace de los nervios y de los<br />
circuitos biológicos. —Jesse soltó un<br />
suspiró—. No entendí la mayor parte de<br />
lo que dijo. Ni tampoco creo que<br />
Maharet lo entendiera. Pero él era un<br />
tipo brillante, innegablemente brillante.<br />
Nos explicó que era un auténtico médico<br />
para los de nuestra estirpe. Dijo que<br />
hacía poco le había injertado una pierna<br />
vampírica en perfecto funcionamiento a<br />
un anciano vampiro llamado Flavius,<br />
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