El principe Lestat - Anne Rice

09.12.2015 Views

océano. ¿Qué encantos albergaría su gran castillo?, ¿y qué clase de corte se reuniría allí, en aquellas estancias de piedra que él ya ardía en deseos de ver? No pudo por menos de sonreírse al pensar en la sencilla fanfarronería con la que Lestat había realizado los sueños colectivos de la tribu. El camino no sería llano, no podía serlo; la facilidad nunca podía constituir la meta. El peso de la conciencia formaba parte del corazón humano de Louis, y del corazón de cualquier bebedor de sangre que él hubiese conocido, incluido Armand. Y la lucha por la bondad, por la auténtica bondad, los obsesionaría —tenía que

obsesionarlos— a todos. Ese era el milagro que unía ahora a toda la tribu. Qué maravilloso le parecía de repente que esa lucha pudiera destruir con una fuerza innegable las viejas dualidades que lo habían esclavizado durante tanto tiempo. Pero bajó la vista al hombre que yacía muerto a sus pies, y una pena terrible se abatió sobre él. «La muerte es la madre de la belleza». Era un verso de un poema de Wallace Stevens, y ahora resonó en su interior con una dolorosa ironía. La belleza para mí, tal vez; pero no la belleza para este al que he destruido.

obsesionarlos— a todos. Ese era el<br />

milagro que unía ahora a toda la tribu.<br />

Qué maravilloso le parecía de<br />

repente que esa lucha pudiera destruir<br />

con una fuerza innegable las viejas<br />

dualidades que lo habían esclavizado<br />

durante tanto tiempo.<br />

Pero bajó la vista al hombre que<br />

yacía muerto a sus pies, y una pena<br />

terrible se abatió sobre él.<br />

«La muerte es la madre de la<br />

belleza».<br />

Era un verso de un poema de<br />

Wallace Stevens, y ahora resonó en su<br />

interior con una dolorosa ironía. La<br />

belleza para mí, tal vez; pero no la<br />

belleza para este al que he destruido.

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