El principe Lestat - Anne Rice

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«No queréis ocuparos de mí, ¿por qué habríais de querer? ¿Y quién se ocupó de mí que no cobrara por atenderme, por educarme, por cuidarme, por quererme? ¿Por qué no se ha acabado ya todo? ¿Por qué sigo hundiéndome cada vez más?» El tío Lestan se le acercó. El tío Lestan. Radiante, caminando hacia ella, con su chaqueta roja de terciopelo y sus botas negras, acercándose, imparable, audaz, tendiéndole las manos. —¡Rose! —gritó. Ella lo llamó a gritos. —¡Tío Lestan, sácame de aquí, por favor, no les dejes que…! ¡Ayúdame! Gardner la estranguló hasta dejarla

sin voz. Pero el tío Lestan se alzó sobre ella, con el rostro reluciente a la luz de las velas, de todas aquellas velas innumerables. —¡Ayúdame! —gritó Rose. Él se inclinó para besarla y ella sintió las agujas, esas agujas afiladas y espantosas en el cuello. —¡No es suficiente sangre! —gritó Marius. —La suficiente —dijo el tío Lestan — para que yo entre en ella. La negrura tenía peso y masa, y se volvía cada vez más densa en torno de ellos. Ahora todos hablaban a la vez, Gardner, la señora Hays, su abuela.

sin voz.<br />

Pero el tío Lestan se alzó sobre ella,<br />

con el rostro reluciente a la luz de las<br />

velas, de todas aquellas velas<br />

innumerables.<br />

—¡Ayúdame! —gritó Rose. Él se<br />

inclinó para besarla y ella sintió las<br />

agujas, esas agujas afiladas y espantosas<br />

en el cuello.<br />

—¡No es suficiente sangre! —gritó<br />

Marius.<br />

—La suficiente —dijo el tío Lestan<br />

— para que yo entre en ella.<br />

La negrura tenía peso y masa, y se<br />

volvía cada vez más densa en torno de<br />

ellos. Ahora todos hablaban a la vez,<br />

Gardner, la señora Hays, su abuela.

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