El principe Lestat - Anne Rice
Mahmoud se dirigía al mundo. Una preciosa chica mortal escuchaba a Benji Mahmoud, dando caladas a un largo cigarrillo rosa y riendo por lo bajini. Al ver a Cyril, le dijo: «Ven aquí, muchachote, verás cómo te haré feliz; ven, acércate. Hay baile del bueno en el cuarto trasero». Tenía una gruesa capa de polvos en la piel, y los ojos pintados con kohl. Y una sonrisa roja de bruja infantil. Él se sentó a su lado, en la penumbra. El hedor del local era repulsivo, pero no iba a quedarse mucho tiempo. La sangre de la chica olía de maravilla. Todas las mentiras se extinguían en la sangre. Todos los males
quedaban purgados en la sangre. —Ese tipo —dijo ella en inglés— te daría ganas de ser un vampiro de verdad, ¿sabes? —Y volvió a reírse, ahora con una risotada cínica y desagradable, alzando su bebida amarilla y derramándose un poco en la pechera de su vestido oscuro. —No importa —dijo él, besándola. La chica trató inútilmente de apartarlo cuando él le hundió los dientes en la garganta. «Vendido a los doce años. ¡Cariño, qué me vas a contar!» Y la sangre cantó y cantó su antigua e invariable canción. Cyril salió de la ciudad. Dejó atrás el aire húmedo y
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Mahmoud se dirigía al mundo.<br />
Una preciosa chica mortal escuchaba<br />
a Benji Mahmoud, dando caladas a un<br />
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muchachote, verás cómo te haré feliz;<br />
ven, acércate. Hay baile del bueno en el<br />
cuarto trasero». Tenía una gruesa capa<br />
de polvos en la piel, y los ojos pintados<br />
con kohl. Y una sonrisa roja de bruja<br />
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Él se sentó a su lado, en la<br />
penumbra. <strong>El</strong> hedor del local era<br />
repulsivo, pero no iba a quedarse mucho<br />
tiempo. La sangre de la chica olía de<br />
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