El principe Lestat - Anne Rice
debemos. Tampoco nosotros podemos soportar la mera posibilidad de que nos fuerais arrebatados en el momento menos pensado por un horrible accidente. Una vez que la Sangre ha sido ofrecida, ya no hay espera ni preparación que valga. Rose me besó en la mejilla. Viktor permaneció pacientemente a mi lado, sonriendo. —Muy bien, criaturas —dije—. Este es un gran momento. No pude reprimir las lágrimas. El reloj estaba a punto de dar las nueve. Arriba, en el salón de baile, aguardaban Marius y Pandora, y habría sido egoísta por mi parte prolongar más
la espera. Toda la casa estaba impregnada de la fragancia de las flores. —Este es el mejor de los dones — susurré, mientras las lágrimas me empañaban la vista—. Es el don que nosotros podemos conceder e implica una vida eterna. Ellos me abrazaron con fuerza. —Subid ya —dije—. Os están esperando. Antes de que salga el sol, habréis nacido a la Oscuridad. Pero entonces veréis la luz como jamás os la habíais imaginado. Como dijo una vez Marius: «una iluminación inagotable bajo la cual entender todas las cosas». Y cuando vuelva a veros, os daré mi
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- Page 1750 and 1751: extraordinario placer que solo los
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- Page 1754 and 1755: ante mí en las cuevas doradas de l
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- Page 1762 and 1763: azos: solo faltaban unas trece hora
- Page 1764 and 1765: Nuestra conversación —repetí—
- Page 1766 and 1767: pañuelo de encaje en el cuello; cu
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- Page 1770 and 1771: mansión. —Debéis abandonar esta
- Page 1772 and 1773: podéis confiar en mí y de que, ju
- Page 1774 and 1775: en modo alguno. Gremt y Magnus iban
- Page 1776 and 1777: inspiró una cierta simpatía, un s
- Page 1778 and 1779: aviso. Ya me doy cuenta de que te e
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- Page 1786 and 1787: observaba y como ellos me observaba
- Page 1788 and 1789: frente a ellos. Estaba ahí, sí, p
- Page 1790 and 1791: saludaras y los invitaras a tu casa
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- Page 1832 and 1833: evelaciones sacrosantas que él hab
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- Page 1838 and 1839: Lentamente se acercó. Ah, la vieja
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- Page 1846 and 1847: Pero también, por una vez, se le p
debemos. Tampoco nosotros podemos<br />
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ofrecida, ya no hay espera ni<br />
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Rose me besó en la mejilla. Viktor<br />
permaneció pacientemente a mi lado,<br />
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—Muy bien, criaturas —dije—. Este<br />
es un gran momento.<br />
No pude reprimir las lágrimas. <strong>El</strong><br />
reloj estaba a punto de dar las nueve.<br />
Arriba, en el salón de baile,<br />
aguardaban Marius y Pandora, y habría<br />
sido egoísta por mi parte prolongar más