El principe Lestat - Anne Rice
cualquiera. La llamada de David no dejaba de circular una y otra vez, con la indicación de que él rondaría por la Rive Gauche hasta que Jesse se presentara. Bueno, decidí que yo también iría a merodear por allí hasta que encontrara a David o a ambos. Me dirigí a París, a una suite que había mantenido durante años en el magnífico hotel Plaza Athénée, de la Avenue Montaigne, y cuyos armarios se hallaban provistos de un espléndido guardarropa (como si eso fuera a disimular la decrépita ruina en la que me había convertido), y me dispuse a residir allí y a buscar hasta que
aparecieran. La caja fuerte de la suite contenía los documentos, las tarjetas de crédito y el dinero en metálico que necesitaría para una estancia confortable en la ciudad. También llevaba encima un teléfono móvil que había hecho recientemente que mis abogados me procurasen. No deseaba encontrarme a Jesse y a David con el aspecto de un vagabundo andrajoso y desgreñado con tendencias suicidas. En realidad ya no me sentía en ese estado de ánimo y, aunque tenía escaso interés en las cosas materiales, en aquella ciudad me sentía más a gusto como miembro de la sociedad humana. Resultaba agradable estar otra vez
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aparecieran. La caja fuerte de la suite<br />
contenía los documentos, las tarjetas de<br />
crédito y el dinero en metálico que<br />
necesitaría para una estancia confortable<br />
en la ciudad. También llevaba encima un<br />
teléfono móvil que había hecho<br />
recientemente que mis abogados me<br />
procurasen. No deseaba encontrarme a<br />
Jesse y a David con el aspecto de un<br />
vagabundo andrajoso y desgreñado con<br />
tendencias suicidas. En realidad ya no<br />
me sentía en ese estado de ánimo y,<br />
aunque tenía escaso interés en las cosas<br />
materiales, en aquella ciudad me sentía<br />
más a gusto como miembro de la<br />
sociedad humana.<br />
Resultaba agradable estar otra vez