El principe Lestat - Anne Rice

09.12.2015 Views

destruirnos unos a otros. Eso nunca. Pero hemos de ser pacientes con la Voz. Debemos mostrar respeto, y lo digo totalmente en serio; debemos mostrar respeto por lo que es la Voz, por quién es la Voz. Titubeé. Quería decir algo más. —La Voz es un misterio —dije—, y no debemos despachar este misterio con precipitación o estúpido desprecio. Percibí dentro de mí un silencio convulso, como si Amel estuviera reaccionando y quisiera hacerme saber que estaba reaccionando. Pero no llegó a decir nada. Continué hablando. Hablé de muchas cosas. Hablaba en voz baja ante el

micrófono, rodeado de un gran silencio. Hablé del Pequeño Sorbo, del arte de alimentarse sin quitarle la vida a nadie; hablé de la elegancia de la compasión, de cómo alimentarse sin crueldad. «Incluso los mortales siguen unas normas cuando salen de caza —dije—. ¿Acaso no somos mejores que ellos?» Hablé de territorios donde los malhechores se congregaban aún, lugares dominados por la violencia y la necesidad donde los humanos se veían empujados a la crueldad y el asesinato. Hablé de grandes comunidades desprovistas de esos malhechores desesperados, que no debían convertirse en territorio de caza de los no-muertos.

destruirnos unos a otros. Eso nunca.<br />

Pero hemos de ser pacientes con la Voz.<br />

Debemos mostrar respeto, y lo digo<br />

totalmente en serio; debemos mostrar<br />

respeto por lo que es la Voz, por quién<br />

es la Voz.<br />

Titubeé. Quería decir algo más.<br />

—La Voz es un misterio —dije—, y<br />

no debemos despachar este misterio con<br />

precipitación o estúpido desprecio.<br />

Percibí dentro de mí un silencio<br />

convulso, como si Amel estuviera<br />

reaccionando y quisiera hacerme saber<br />

que estaba reaccionando. Pero no llegó<br />

a decir nada.<br />

Continué hablando. Hablé de muchas<br />

cosas. Hablaba en voz baja ante el

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