El principe Lestat - Anne Rice
en los días espantosos de revolución, destrucción y confrontación que dieron paso a un nuevo mundo. Una oleada de sensaciones me tomó por sorpresa: el olor de los almiares al sol, el lecho de paja en la habitación de la posada, el gusto acre y ácido del vino, la visión adormilada y ebria desde la ventana de la posada de aquel castillo en ruinas, que parecía surgir de las rocas como una excrecencia monstruosa y a la vez natural, y en el cual yo había nacido. Rose se separó del joven tiernamente. Él caminó hacia mí y yo me apresuré a estrecharlo entre mis brazos. Ya me pasaba en altura, y también era más fornido y robusto de lo que yo
lo había sido jamás: una criatura de los tiempos de la abundancia. Y de su corazón me llegó de inmediato una palpable generosidad de espíritu, una respetuosa curiosidad y una abierta disposición a conocer, a amar, a dejarse abrumar. Estaba totalmente desprovisto de temor. Lo besé una y otra vez. No podía evitarlo. Esa piel humana, inmaculada y fragante; y esos ojos que miraban a los míos y no contenían ni pizca de maldad, ni tampoco la idea de que yo, de que nosotros, los bebedores de sangre, fuéramos malos. Y esto último, aunque me costara comprenderlo, me enterneció casi hasta las lágrimas.
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lo había sido jamás: una criatura de los<br />
tiempos de la abundancia. Y de su<br />
corazón me llegó de inmediato una<br />
palpable generosidad de espíritu, una<br />
respetuosa curiosidad y una abierta<br />
disposición a conocer, a amar, a dejarse<br />
abrumar. Estaba totalmente desprovisto<br />
de temor.<br />
Lo besé una y otra vez. No podía<br />
evitarlo. Esa piel humana, inmaculada y<br />
fragante; y esos ojos que miraban a los<br />
míos y no contenían ni pizca de maldad,<br />
ni tampoco la idea de que yo, de que<br />
nosotros, los bebedores de sangre,<br />
fuéramos malos. Y esto último, aunque<br />
me costara comprenderlo, me enterneció<br />
casi hasta las lágrimas.