El principe Lestat - Anne Rice
Benedict—. Ella me está siguiendo. Está caminando por la playa. —Levanta el vuelo —dijo Rhoshamandes con una voz ronca y gimiente—. Ella no sabe que también posee ese don. —Ya lo he hecho —tartamudeó Benedict—. Estoy a salvo en lo alto de un acantilado. Pero escucha, Rhosh, si me muevo de aquí y ella se aleja, o sea, si la perdemos, Rhosh… ayúdame. Si se cae y queda expuesta al sol en alguna parte, si los rayos del sol empiezan a abrasarla, si la perdemos… —Tú morirás —dije—. ¿Dónde estás? ¡Dínoslo ya! —Montauk, en la costa Atlántica. En
la punta de Long Island. La carretera vieja de Montauk. Venid, por el amor de Dios. Fareed y Seth ya se iban hacia la puerta. —¡Esperad! ¡Voy con vosotros! — grité. —¡No, quédate, por favor!, ¡y retened a Rhoshamandes aquí! —dijo Seth, haciendo un gesto a Sevraine y Gregory—. Nosotros nos encargamos de traerlos, confía en mí. —Bajó la vista hacia el teléfono—. Benedict, si le haces daño a ese chico, te mataremos en cuanto te encontremos. Y tu hacedor morirá aquí. No volverás a verlo. —No voy a hacerle daño —dijo
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Benedict—. <strong>El</strong>la me está siguiendo. Está<br />
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Rhoshamandes con una voz ronca y<br />
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posee ese don.<br />
—Ya lo he hecho —tartamudeó<br />
Benedict—. Estoy a salvo en lo alto de<br />
un acantilado. Pero escucha, Rhosh, si<br />
me muevo de aquí y ella se aleja, o sea,<br />
si la perdemos, Rhosh… ayúdame. Si se<br />
cae y queda expuesta al sol en alguna<br />
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estás? ¡Dínoslo ya!<br />
—Montauk, en la costa Atlántica. En