El principe Lestat - Anne Rice
más cortante de la tierra, fuera cual fuese. Al final del mango tenía que haber un gancho y una correa de cuero, exactamente igual que en los tiempos medievales, para poder colocarme la correa en la muñeca, o para llevar el hacha colgada bajo una de mis largas levitas. El artesano fabricó una auténtica maravilla. Me advirtió que era demasiado pesada para que un hombre pudiera blandirla con comodidad. En ese sentido, no iba a gustarme. Yo me reí. Era perfecta. La hoja relumbrante en forma de luna creciente podía partir en dos una fruta madura o un pañuelo de seda ondeando al viento. Y era lo
astante pesada para destrozar un árbol joven de un solo y vigoroso mandoble. Desde entonces, tuve siempre a mano mi pequeña hacha de guerra, y con frecuencia, cuando salía a rondar por ahí, la llevaba encima, colgada de un botón interior del abrigo. Su peso era poca cosa para mí. Sabía que no tendría muchas posibilidades frente al Don del Fuego de un inmortal como Seth, Maharet o Mekare. Pero yo podía recurrir al Don de la Nube para escapar. Y en un enfrentamiento cara a cara con otros inmortales, aquella hacha me proporcionaba una ventaja enorme. Junto con el elemento sorpresa, podría
- Page 104 and 105: multitud, disfrutando del momento,
- Page 106 and 107: medida, si no me equivoco, y unos p
- Page 108 and 109: luces de la gran metrópolis reverb
- Page 110 and 111: Ellos me lo habían arrebatado todo
- Page 112 and 113: maravillándome ante el personal in
- Page 114 and 115: necesitas? Reconocí que me daba mi
- Page 116 and 117: llevar a cabo un auténtico golpe d
- Page 118 and 119: del todo, pero ¿no era cierto lo q
- Page 120 and 121: están hechas tus células? —preg
- Page 122 and 123: siquiera la inteligencia sobrenatur
- Page 124 and 125: —Bueno, ¿cómo recogeremos el se
- Page 126 and 127: del siglo XIX, con gansos, un riach
- Page 128 and 129: «Bueno, si no ha de sufrir ningún
- Page 130 and 131: aristócrata de mi época se habrí
- Page 132 and 133: sus propios ojos y ya no había dud
- Page 134 and 135: convirtieron en el hazmerreír gene
- Page 136 and 137: vampiro, después de ser capturado
- Page 138 and 139: noche cuando te vi en el escenario:
- Page 140 and 141: Yo no la detuve. Luego alzó sus de
- Page 142 and 143: cruelmente en unos callejones apart
- Page 144 and 145: ya sentía el sol, percibía el aro
- Page 146 and 147: —Yo no las odio —dijo—. Ni si
- Page 148 and 149: él el alba inminente, pero yo ya e
- Page 150 and 151: —Sí, pero hasta la carne más an
- Page 152 and 153: —Sí, es mi más ferviente deseo
- Page 156 and 157: servir para acabar con cualquiera.
- Page 158 and 159: 4 Problemas en la Talamasca y en la
- Page 160 and 161: o recibiera noticias suyas. Me qued
- Page 162 and 163: como si llevara años sin verla, co
- Page 164 and 165: herrumbrosos. Todo rastro de vida h
- Page 166 and 167: cualquiera. La llamada de David no
- Page 168 and 169: en París, mejor de lo que había e
- Page 170 and 171: populares habían estado cubiertas
- Page 172 and 173: neófitos una ráfaga de advertenci
- Page 174 and 175: me tropecé años atrás era el cul
- Page 176 and 177: y coderas de ante marrón. Se levan
- Page 178 and 179: lágrimas, las recriminaciones y m
- Page 180 and 181: permanecí rígido y callado, miran
- Page 182 and 183: echándolos de menos, añorándolos
- Page 184 and 185: lo que está ocurriendo? ¿No ha si
- Page 186 and 187: cuatro años con la destrucción de
- Page 188 and 189: genealógicos, distribuir las donac
- Page 190 and 191: lazos, de un modo que no era factib
- Page 192 and 193: prosiguió Jesse—. Me daba miedo.
- Page 194 and 195: tiempos en los que un inmortal pod
- Page 196 and 197: todo lo demás. —En efecto —dij
- Page 198 and 199: desmoronarse por completo, pero ens
- Page 200 and 201: —dijo David—, pero dejando esto
- Page 202 and 203: contra la malla de acero. Orquídea
astante pesada para destrozar un árbol<br />
joven de un solo y vigoroso mandoble.<br />
Desde entonces, tuve siempre a<br />
mano mi pequeña hacha de guerra, y con<br />
frecuencia, cuando salía a rondar por<br />
ahí, la llevaba encima, colgada de un<br />
botón interior del abrigo. Su peso era<br />
poca cosa para mí.<br />
Sabía que no tendría muchas<br />
posibilidades frente al Don del Fuego de<br />
un inmortal como Seth, Maharet o<br />
Mekare. Pero yo podía recurrir al Don<br />
de la Nube para escapar. Y en un<br />
enfrentamiento cara a cara con otros<br />
inmortales, aquella hacha me<br />
proporcionaba una ventaja enorme.<br />
Junto con el elemento sorpresa, podría