El principe Lestat - Anne Rice
él el alba inminente, pero yo ya estaba casi exhausto y debía buscar refugio. —Te doy las gracias por recibirme aquí —dije. —Ven a vernos siempre que lo desees —dijo, tendiéndome la mano. Lo miré a los ojos y volví a percibir intensamente su parecido con Akasha, aunque ella había tenido un aspecto mucho más delicado, mucho más bello en el sentido convencional. Seth tenía en sus ojos una luz fría y temible. Me sonrió. —Ojalá tuviera algo que darte —le dije—. Algo que ofrecerte a cambio. —Ah, ya nos has dado mucho. —¿El qué? ¿Esas muestras? —dije,
urlón—. Yo quería decir hospitalidad, calor, algo así. Pero estoy aquí de paso. Llevo mucho tiempo de paso. —Nos has dado a ambos algo más —dijo—. Aunque tú no seas consciente de ello. —¿Qué? —Hemos captado en tu mente que todo lo que escribiste sobre la Reina de los Condenados era cierto. Teníamos que saber si habías descrito con veracidad lo que viste cuando murió mi madre. Nosotros no habíamos podido desentrañarlo del todo. No es tan fácil decapitar a un ser tan poderoso. Somos extraordinariamente fuertes. Eso sin duda lo sabes.
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urlón—. Yo quería decir hospitalidad,<br />
calor, algo así. Pero estoy aquí de paso.<br />
Llevo mucho tiempo de paso.<br />
—Nos has dado a ambos algo más<br />
—dijo—. Aunque tú no seas consciente<br />
de ello.<br />
—¿Qué?<br />
—Hemos captado en tu mente que<br />
todo lo que escribiste sobre la Reina de<br />
los Condenados era cierto. Teníamos<br />
que saber si habías descrito con<br />
veracidad lo que viste cuando murió mi<br />
madre. Nosotros no habíamos podido<br />
desentrañarlo del todo. No es tan fácil<br />
decapitar a un ser tan poderoso. Somos<br />
extraordinariamente fuertes. Eso sin<br />
duda lo sabes.