El principe Lestat - Anne Rice
esperando sin decir palabra. Daniel estaba cerca de Marius. Eleni y Eugénie, junto a Sevraine. En los extremos del inmenso salón había otros corrillos, aunque no comprendí muy bien por qué estaban tan lejos. Uno o dos eran ancianos sin la menor duda. Y los demás, mucho más viejos que yo. En el extremo de la mesa más cercano a la puerta no había ninguna silla. Y en el otro extremo había una sola vacía, junto a la cual se hallaba de pie Benji Mahmoud. Chasqueé la lengua al reparar en esa silla vacía. Si creían que yo iba a ocuparla, estaban chiflados. O locos, para decirlo con mayor gravedad y elegancia. No pensaba
sentarme allí. Las dos sillas más cercanas a la cabecera de la mesa también estaban vacías. Louis traía un montón de almohadones de seda. Cruzamos el salón y los demás fueron enmudeciendo poco a poco. Cuando Louis extendió los almohadones para formar en un rincón un lecho para Rose, todo el mundo había dejado de hablar. Yo seguía sujetándola. Sentía sus brazos muy calientes en torno a mi cuello; el corazón le latía aceleradamente. La deposité sobre los almohadones y la cubrí con mantas. —Ahora, tranquila. No trates de
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sentarme allí. Las dos sillas más<br />
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también estaban vacías.<br />
Louis traía un montón de<br />
almohadones de seda. Cruzamos el salón<br />
y los demás fueron enmudeciendo poco<br />
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un lecho para Rose, todo el mundo había<br />
dejado de hablar.<br />
Yo seguía sujetándola. Sentía sus<br />
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La deposité sobre los almohadones y<br />
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