El principe Lestat - Anne Rice
Rose, la tierna y aterrorizada Rose, con sus enormes y ansiosos ojos azules y su ensortijado pelo negro azulado. Cuando antes fuese iniciada, mejor, pensó Gregory. Lo que había presenciado esa chica podía dañar irreparablemente una mente humana. Con su vestido de seda blanco, Rose se aferraba a Lestat como una novia temblorosa, mientras se esforzaba en silenciar sus sollozos con una encomiable discreción. Él, por su parte, como un poderoso padrino de boda, la sujetaba firmemente y volvió a tranquilizarla antes de ponerla en manos de Louis. —Dame unos minutos preciosos,
querida —le dijo— y enseguida estaré contigo. Ahora estás a salvo. Gregory vio con asombro que Lestat le indicaba a su madre que se apartara de la puerta principal. Con toda calma, la abrió, salió al pequeño pórtico y contempló a la multitud de jóvenes neófitos agolpados en la acera, bajo las sombras de los árboles gigantescos que se alineaban a lo largo de la angosta calle (las farolas habían sido misteriosamente desconectadas). Se alzó un clamor que Gregory nunca había oído salir de una asamblea de bebedores de sangre. Ni tan siquiera los antiguos ejércitos de los Sangre de la Reina habían aclamado a un líder con
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querida —le dijo— y enseguida estaré<br />
contigo. Ahora estás a salvo.<br />
Gregory vio con asombro que <strong>Lestat</strong><br />
le indicaba a su madre que se apartara<br />
de la puerta principal. Con toda calma,<br />
la abrió, salió al pequeño pórtico y<br />
contempló a la multitud de jóvenes<br />
neófitos agolpados en la acera, bajo las<br />
sombras de los árboles gigantescos que<br />
se alineaban a lo largo de la angosta<br />
calle (las farolas habían sido<br />
misteriosamente desconectadas).<br />
Se alzó un clamor que Gregory<br />
nunca había oído salir de una asamblea<br />
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los antiguos ejércitos de los Sangre de<br />
la Reina habían aclamado a un líder con