El principe Lestat - Anne Rice
estaban junto a Gregory, daban muestras de sentir la misma fascinación, la misma rendida admiración. Flavius se rio discretamente. —Es tal como todos han dicho que era —le susurró. Y Gregory tuvo esa sensación vertiginosa y mareante que tantos mortales han descrito a lo largo de los milenios: esa devoción total que tan bien refleja la vieja expresión: «¡Lo seguiría hasta el fin del mundo!» Y realmente lo sentía. Sí, pensó, lo seguiría en cualquier empresa que se propusiera y pondría todas mis fuerzas y mis dones a su disposición. Pero ¿acaso no sentían los demás exactamente lo
mismo? ¿No se habían interrumpido todas las discusiones y los inquietos conciliábulos? Todos los moradores de la casa se hallaban congregados en la sala de estar, en el pasillo y las escaleras. ¿Acaso no estaban todos unidos? ¿No era cierto que incluso su amada Sevraine y el inescrutable y siempre cohibido Notker el Sabio miraban a Lestat con la misma sumisión absoluta? Hasta la madre del propio Lestat, apoyada contra la puerta principal con su chaqueta caqui, miraba a su hijo con una severa satisfacción, como diciendo: «Bueno, ahora tal vez sí sucederá algo». Y ahí estaba también Rose, la pobre
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estaban junto a Gregory, daban muestras<br />
de sentir la misma fascinación, la misma<br />
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Y Gregory tuvo esa sensación<br />
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refleja la vieja expresión: «¡Lo seguiría<br />
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Y realmente lo sentía. Sí, pensó, lo<br />
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