El principe Lestat - Anne Rice
aquellos a los que había conocido y amado, y luego un aullido jadeante—. Me muero. ¡Me asesinan! Retorcía el cuello con desesperación, se le caía la cabeza hacia atrás y alzaba las manos para sujetársela. La sangre se derramaba sobre su túnica de algodón, le chorreaba por los brazos, salpicaba a Rhosh. Él sujetó el machete con ambas manos y volvió a asestarle un golpe en el cuello con todas sus fuerzas, y esta vez la cabeza se desprendió, voló por el aire y cayó en el suelo de tierra húmeda de la habitación. Su cuerpo decapitado se desmoronó, aunque sus manos se alzaban todavía
con desesperación; y cuando cayó al fin hacia delante, sus uñas se hincaron como garras en la tierra. La cabeza yacía de lado, con los ojos abiertos, mientras la sangre se escurría lentamente. ¿Quién sabía qué oraciones, qué súplicas, qué ruegos desesperados salían aún de ella? —¡Mira! ¡El cuerpo! —aulló Benedict, golpeando a Rhosh en la espalda con los puños—. Se está arrastrando hacia la cabeza. Rhosh se adelantó y aplastó con la bota el torso decapitado, lo hundió en el barro y, pasándose el machete a la mano izquierda, agarró la cabeza sangrante por la cabellera cobriza.
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por los brazos, salpicaba a Rhosh.<br />
Él sujetó el machete con ambas<br />
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Su cuerpo decapitado se desmoronó,<br />
aunque sus manos se alzaban todavía