El principe Lestat - Anne Rice
por sus mejillas, como las lágrimas pintadas de un Pierrot con máscara de porcelana. Tenía el ribete de los ojos enrojecidos; sus cejas relucían con un brillo dorado. —Ah, así que ese ser te ha traído aquí, ¿no? —dijo. Se puso de pie con un movimiento ágil y rápido; la silla cayó hacia atrás a su espalda. Había un metro y medio de distancia entre ambos. Rhosh notó que Benedict estaba detrás de él, aguardando. Oía su respiración agitada. —¡No hables con ella! —gritó la Voz dentro de su cabeza—. No creas lo que te diga.
—¿Qué derecho tienes a estar aquí? —preguntó Maharet, ahora en la lengua antigua. Él se mantuvo impertérrito, sin dar la menor muestra de que la había entendido. El rostro de ella se transformó de golpe; sus rasgos se crisparon, su boca se retorció, y Rhosh sintió que lo golpeaba una poderosa ráfaga. Consiguió pararla y arrojarla de vuelta hacia Maharet, que se tambaleó y tropezó con la silla. De nuevo, ella disparó una violenta descarga para impulsarlo hacia atrás, para sacarlo de allí. —¡Benedict! —gritó al notar el
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por sus mejillas, como las lágrimas<br />
pintadas de un Pierrot con máscara de<br />
porcelana. Tenía el ribete de los ojos<br />
enrojecidos; sus cejas relucían con un<br />
brillo dorado.<br />
—Ah, así que ese ser te ha traído<br />
aquí, ¿no? —dijo. Se puso de pie con un<br />
movimiento ágil y rápido; la silla cayó<br />
hacia atrás a su espalda.<br />
Había un metro y medio de distancia<br />
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Rhosh notó que Benedict estaba<br />
detrás de él, aguardando. Oía su<br />
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Voz dentro de su cabeza—. No creas lo<br />
que te diga.