El principe Lestat - Anne Rice
silenciosamente hacia la jungla que rodeaba el complejo de Maharet. —Ah, ya has llegado. Y en el momento justo —dijo la Voz intrépidamente en el interior de la cabeza de Rhosh—. Ella está allí. Ahora va a entrar y dejará las puertas abiertas a su espalda un momento. ¡Date prisa, antes de que pulse sus botones mágicos y me encierre en esta prisión! Rhosh entró en el recinto rodeado de malla metálica y caminó sigilosamente hacia el arco iluminado. —Los machetes. ¿Los ves? —dijo la Voz—. Están junto a la pared. Son muy afilados. Rhosh sintió la tentación de decir:
«Si no cierras la boca, vas a volverme loco», pero se contuvo. Apretó los dientes, alzó ligeramente la barbilla. Y sí, vio el largo machete con mango de madera tirado sobre un banco, entre tiestos de orquídeas. La hoja, aunque cubierta de barro, relucía a la luz de la entrada iluminada. —Ella está soñando con el Pacaya —dijo la Voz—. Ve el cráter hirviente. Ve el vapor blanco que se eleva hacia el cielo oscuro. Ve la lava fluyendo ladera abajo, con lenguas incandescentes y abrasadoras. Piensa que nada puede sobrevivir en ese infierno: ni ella, ni su hermana… Ah, ojalá pudiera hacer callar a la
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«Si no cierras la boca, vas a volverme<br />
loco», pero se contuvo. Apretó los<br />
dientes, alzó ligeramente la barbilla.<br />
Y sí, vio el largo machete con mango<br />
de madera tirado sobre un banco, entre<br />
tiestos de orquídeas. La hoja, aunque<br />
cubierta de barro, relucía a la luz de la<br />
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—<strong>El</strong>la está soñando con el Pacaya<br />
—dijo la Voz—. Ve el cráter hirviente.<br />
Ve el vapor blanco que se eleva hacia el<br />
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abajo, con lenguas incandescentes y<br />
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sobrevivir en ese infierno: ni ella, ni su<br />
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Ah, ojalá pudiera hacer callar a la