El principe Lestat - Anne Rice
—¿Cinco metros frente a unos monstruos semejantes? Rhosh se levantó y tiró de Benedict hasta ponerlo de pie. —Bueno, pues quince. Mantente oculto, pero lo bastante cerca como para oír cualquier orden y acudir en el acto. ¿Cuántas veces le había enseñado Rhosh a Benedict cómo usar el Don del Fuego: cómo debía reunirlo y dispararlo contra cualquier bebedor de sangre que intentara emplearlo contra él; cómo debía repeler el poder de un asesino más anciano; cómo debía contraatacar con toda su potencia contra dones que podían parecer abrumadores a primera vista? ¿Cuántas veces le había
demostrado cómo podía hacer cosas con su mente que él creía imposibles: cosas como abrir puertas, destrozarlas y arrancarlas de sus goznes? —Nadie conoce la medida cabal de los poderes de otro —le había dicho infinidad de veces a lo largo de los siglos—. ¡Has de sobrevivir a los ataques cuando luches! Lucha y huye. ¿Lo has entendido? Pero Benedict no era un guerrero por naturaleza. En el breve período de su vida mortal, había sido un joven estudioso entregado a la oración; solo la sensualidad del mundo que lo rodeaba lo había impulsado a abandonar a su dios cristiano. Pero él estaba hecho para
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monstruos semejantes?<br />
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