El principe Lestat - Anne Rice

09.12.2015 Views

que seamos, ni los bienes que poseamos. No podemos vivir sin amor. Es imposible. Y ellos lo saben; tan jóvenes, y ya lo saben. Rhosh se sentó con sigilo junto a él y le acarició la espalda. La suave camisa de algodón cubría su piel tersa. Su cuello y su rizado pelo castaño tenían un tacto sedoso. Rhosh se inclinó y lo besó en la mejilla. —Despierta, Ganímedes —dijo—. Tu hacedor te necesita. Recorrió con la mano las caderas del joven y sus esbeltos y fuertes muslos, sintiendo los músculos férreos bajo la tela tejana almidonada. ¿Acaso había habido en la Sangre un cuerpo más

cercano a la perfección? Bueno, quizás el de Allesandra, antes de que se convirtiera en una bruja retorcida, lasciva y enloquecida, en un monstruo harapiento de los Hijos de Satán. Pero este era sin duda el cuerpo situado en segundo lugar. Benedict se despertó con un sobresalto, mirando ciegamente la penumbra. —La Voz —murmuró sobre la almohada—. La Voz dice que vayamos, ¿verdad? —E iremos. Pero tú debes permanecer siempre cinco metros por detrás. Y solo has de venir cuando yo te llame.

que seamos, ni los bienes que poseamos.<br />

No podemos vivir sin amor. Es<br />

imposible. Y ellos lo saben; tan jóvenes,<br />

y ya lo saben.<br />

Rhosh se sentó con sigilo junto a él y<br />

le acarició la espalda. La suave camisa<br />

de algodón cubría su piel tersa. Su<br />

cuello y su rizado pelo castaño tenían un<br />

tacto sedoso. Rhosh se inclinó y lo besó<br />

en la mejilla.<br />

—Despierta, Ganímedes —dijo—.<br />

Tu hacedor te necesita.<br />

Recorrió con la mano las caderas<br />

del joven y sus esbeltos y fuertes<br />

muslos, sintiendo los músculos férreos<br />

bajo la tela tejana almidonada. ¿Acaso<br />

había habido en la Sangre un cuerpo más

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