El principe Lestat - Anne Rice
volcán Pacaya en Guatemala. —Pero mi tía jamás condenaría a la extinción a toda la tribu, por grande que fuera su sufrimiento —le había asegurado, entregándose a continuación al llanto. Thorne era amigo suyo, un viejo amigo, como David, y los tres seguían enclaustrados. —Si queréis, os puedo acompañar ahora a vuestras habitaciones —le dijo Louis a Fareed y Seth—. Allí podréis estar solos y descansar. —Aún hablaba con un ligero acento francés. Tenía un aire relajado pero formal con su traje de lana negra y su pañuelo de seda verde en el cuello: un matiz del verde a juego con el anillo de esmeralda que llevaba en la
mano izquierda. —Más tarde —dijo Fareed con gratitud—. Vamos a quedarnos un rato con vosotros, si no os importa. He oído la música mientras nos estábamos acercando. —Y vas a oírla de nuevo —dijo Sybelle, inclinando la cabeza levemente, y empezó a tocar otra vez aquel vals oscuro y vigoroso, «El vals del carrusel». El alto y desgarbado Antoine había ocupado su lugar junto al piano — el largo pelo negro, suelto y despeinado, aunque no exento de atractivo, especialmente para un violinista— y empezó a acompañar a Sybelle, aguardando a que ella iniciara las
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mano izquierda.<br />
—Más tarde —dijo Fareed con<br />
gratitud—. Vamos a quedarnos un rato<br />
con vosotros, si no os importa. He oído<br />
la música mientras nos estábamos<br />
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—Y vas a oírla de nuevo —dijo<br />
Sybelle, inclinando la cabeza levemente,<br />
y empezó a tocar otra vez aquel vals<br />
oscuro y vigoroso, «<strong>El</strong> vals del<br />
carrusel». <strong>El</strong> alto y desgarbado Antoine<br />
había ocupado su lugar junto al piano —<br />
el largo pelo negro, suelto y despeinado,<br />
aunque no exento de atractivo,<br />
especialmente para un violinista— y<br />
empezó a acompañar a Sybelle,<br />
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