El principe Lestat - Anne Rice
casi hasta los hombros. Y ese era el aspecto que tenía el vampiro Lestat en la mayoría de los vídeos y las fotografías, e incluso en las instantáneas que le habían sacado con sus iPhone los vampiros paparazzi en París. —Os suplico una vez más —dijo con una voz temblorosa, pero más bien grave— que nos iniciéis a los dos. A Rose y a mí. ¡Tenéis que hacerlo! Iniciadnos antes de que lleguemos a Nueva York. Antes de que nos metáis, como dos seres humanos indefensos, en medio de una colonia de no-muertos. Siempre había tenido esa capacidad para hablar con absoluta franqueza y para evitar cualquier expresión
superflua, como si todas las lenguas que había aprendido fueran una «segunda lengua». Y esa voz, esa voz profunda y viril, indicaba una madurez que en realidad no poseía aún, al menos desde el punto de vista de Fareed. —No estaréis en una colonia de nomuertos —dijo Fareed con tono de reproche—. Estaréis en nuestros propios apartamentos, bajo la protección de nuestros guardias. Viktor se comportaba siempre de modo impecable, sin arrebatos ni rebeldías, y raramente con explosiones emotivas, pero no dejaba de ser un chico de diecinueve años: uno menos que Rose casi con exactitud, casualmente.
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superflua, como si todas las lenguas que<br />
había aprendido fueran una «segunda<br />
lengua». Y esa voz, esa voz profunda y<br />
viril, indicaba una madurez que en<br />
realidad no poseía aún, al menos desde<br />
el punto de vista de Fareed.<br />
—No estaréis en una colonia de nomuertos<br />
—dijo Fareed con tono de<br />
reproche—. Estaréis en nuestros propios<br />
apartamentos, bajo la protección de<br />
nuestros guardias.<br />
Viktor se comportaba siempre de<br />
modo impecable, sin arrebatos ni<br />
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emotivas, pero no dejaba de ser un chico<br />
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Rose casi con exactitud, casualmente.