El principe Lestat - Anne Rice
abordar las presentes calamidades. Pero por el momento voy a averiguar qué puedo hacer por mi cuenta. Desde luego, él sabía dónde estaba Nebamun, lo había sabido desde hacía siglos. Nebamun se había convertido en Gregory en la Era Común y tenía una familia de bebedores de sangre de asombrosa estabilidad con la que vivía en el mayor de los lujos. Una vez al año más o menos, la cara del anciano y poderoso Nebamun aparecía resplandeciente en la pantalla de televisión mientras un comentarista hablaba del enorme imperio farmacéutico de Gregory Duff Collingsworth, de sus sofisticadas
transacciones en los cinco continentes e incluso de su famosa torre fin de siècle en las orillas del lago Ginebra. De todos los que veían esas fugaces apariciones televisivas, ¿cuántos reconocían aquella cara? Seguramente ninguno. Excepto Sevraine quizás. Aunque acaso Sevraine estuviera con Gregory. Y quizá también ellos habían oído la Voz. Tal vez ese ser era un mentiroso y un adulador consumado. Tal vez la Voz manipulaba a los bebedores de sangre y los enfrentaba a unos con otros. «Yo te he amado a ti por encima de todo. A ti solo. Tu cara, tu forma, tu mente», le había dicho la Voz.
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abordar las presentes calamidades. Pero<br />
por el momento voy a averiguar qué<br />
puedo hacer por mi cuenta.<br />
Desde luego, él sabía dónde estaba<br />
Nebamun, lo había sabido desde hacía<br />
siglos. Nebamun se había convertido en<br />
Gregory en la Era Común y tenía una<br />
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asombrosa estabilidad con la que vivía<br />
en el mayor de los lujos. Una vez al año<br />
más o menos, la cara del anciano y<br />
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Collingsworth, de sus sofisticadas