El principe Lestat - Anne Rice
cuello de zorro, que databa de la época zarista. Se cubrió la cabeza con una gorra de lana. Y luego sacó del cajón inferior todos los documentos y el dinero en metálico que tal vez podía necesitar, y se los guardó bien en los bolsillos interiores. ¿Dónde estaban sus guantes? Se los calzó. Le encantaba el aspecto de sus largos dedos cubiertos con la negra y lustrosa piel de cabrito. —Pero ¿adónde vas? —le preguntó Benedict, incorporándose en el lecho, con el pelo enmarañado, las mejillas rosadas y un aspecto adorable—. Dime. —Cálmate —dijo Rhoshamandes—. Voy a viajar hacia el oeste, noche adentro. Quiero localizar a las gemelas
y llegar al fondo de este asunto. Sé que la Voz ha de proceder de una de ellas. —Pero Mekare está ida y Maharet jamás haría algo así. Eso lo sabe todo el mundo. Incluso Benji lo dice. —Sí, Benji, Benji… el gran profeta de los bebedores de sangre. —Pero es verdad. —Al sótano, Benedict, antes de que te lleve yo a rastras. He de marcharme ya. Era un buen refugio aquel sótano provisto de varias habitaciones. Difícilmente podía considerarse una mazmorra con sus pieles de animales y sus abundantes lámparas de aceite, y, naturalmente, con la chimenea de roble
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cuello de zorro, que databa de la época<br />
zarista. Se cubrió la cabeza con una<br />
gorra de lana. Y luego sacó del cajón<br />
inferior todos los documentos y el<br />
dinero en metálico que tal vez podía<br />
necesitar, y se los guardó bien en los<br />
bolsillos interiores. ¿Dónde estaban sus<br />
guantes? Se los calzó. Le encantaba el<br />
aspecto de sus largos dedos cubiertos<br />
con la negra y lustrosa piel de cabrito.<br />
—Pero ¿adónde vas? —le preguntó<br />
Benedict, incorporándose en el lecho,<br />
con el pelo enmarañado, las mejillas<br />
rosadas y un aspecto adorable—. Dime.<br />
—Cálmate —dijo Rhoshamandes—.<br />
Voy a viajar hacia el oeste, noche<br />
adentro. Quiero localizar a las gemelas