El principe Lestat - Anne Rice
acantilados de la costa occidental de una isla escarpada, indomable e inaccesible. Unos veinte años atrás había instalado generadores y depósitos de combustible en el barranco que quedaba bajo el acantilado, y también había ampliado y reformado el puerto oriental para dar cabida a su moderna y lujosa embarcación. Pero la corriente eléctrica estaba reservada para las televisiones y ordenadores, no para iluminar o calentar el castillo. Y habían sido esos ordenadores los que le habían traído las primeras noticias de toda aquella locura, no las voces telepáticas que él había aprendido hacía mucho tiempo a silenciar por completo. No, había sido
Benji Mahmoud quien le había anunciado que los tiempos estaban cambiando. ¡Cómo deseaba mantenerlo todo tal como siempre había estado! Salvo ellos dos, y los tres mortales —el viejo guarda, su esposa y su pobre hija, débil mental— que vivían al pie de la garganta, no había nadie en la isla. El viejo vigilante se encargaba de los depósitos de combustible y de los generadores, así como de la limpieza de estas habitaciones durante el día, y recibía un buen sueldo por su trabajo. También se cuidaba del yate amarrado en el puerto, el potente Wally Stealth con el que Rhosh podía navegar fácilmente
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Unos veinte años atrás había<br />
instalado generadores y depósitos de<br />
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bajo el acantilado, y también había<br />
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para dar cabida a su moderna y lujosa<br />
embarcación. Pero la corriente eléctrica<br />
estaba reservada para las televisiones y<br />
ordenadores, no para iluminar o calentar<br />
el castillo. Y habían sido esos<br />
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no las voces telepáticas que él había<br />
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