El principe Lestat - Anne Rice
lo largo de los milenios; y habían sido milenios de sufrimiento, y no solo de alegría, de oscuridad, y no solo de luz, en los cuales los cambios radicales desembocaban con frecuencia en derrotas y decepciones. Tesjamen. Marius apenas podía creer que lo hubiera visto, que hubiera hablado con él, que un hecho de tal trascendencia hubiera tenido lugar realmente: que aquel antiguo dios del bosque estuviera vivo ahora, que hablara con elocuencia y pudiera apuntar en una misma frase al pasado y al futuro. Para Marius, una porción oscura de su propia historia se alzaba ahora en vivos colores, impulsándolo a
uscar un hilo coherente que recorriera su vida entera. Pero estaba también ese presentimiento. No podía dejar de pensar en aquellos interludios de antaño, cuando había yacido sobre el pecho de Akasha —su guardiana, su protectora—, escuchando cómo le latía el corazón y tratando de averiguar qué pensaba. Esa criatura extraña, Amel, había estado dentro de ella. Y ahora estaba dentro de él. —Sí, estoy dentro de ti —le dijo la Voz—. Yo soy tú y tú eres yo. Luego, silencio. Vacío. Y el eco de una amenaza.
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uscar un hilo coherente que recorriera<br />
su vida entera.<br />
Pero estaba también ese<br />
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No podía dejar de pensar en<br />
aquellos interludios de antaño, cuando<br />
había yacido sobre el pecho de Akasha<br />
—su guardiana, su protectora—,<br />
escuchando cómo le latía el corazón y<br />
tratando de averiguar qué pensaba. Esa<br />
criatura extraña, Amel, había estado<br />
dentro de ella. Y ahora estaba dentro de<br />
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—Sí, estoy dentro de ti —le dijo la<br />
Voz—. Yo soy tú y tú eres yo.<br />
Luego, silencio. Vacío. Y el eco de<br />
una amenaza.